gtag('config', 'AW-1000876650');
Tiendas

Yo digo no

Yo digo noEstos últimos días me están tomando las palabras de la boca. Quizás es que he tardado en ponerme a escribir porque el desconcierto o la tristeza me tenían atrapada.

Si me toman las palabras quiere decir que alguien más piensa como yo! Una amiga me llamaba el otro día y me decía: «¡Por fin empiezan a salir escritos que dicen lo mismo que pensamos!»

Este texto mismo que me ha llegado hoy de Ramón de España, «Un balcón no es un escenario», publicado en Metropoli, me ha hecho reír y he encontrado pensamientos míos:

«[…] hay personas que están abusando de su derecho al balcón y que, encima, se buscan una excusa solidaria para darles la tabarra a sus vecinos […]. Me refiero a los que se ponen a cantar ópera en el balcón, a los que ejercen de DJ sin que nadie se lo haya pedido…»

Hay tantas cosas para pensar y escribir estos días: surgen analistas, charlatanes y visionarios por todas partes. Da un poco de miedo, también, notar que la democracia se tambalea en muchos sentidos.

Pero me quería referir todo al mundo de la educación, que es mi. Normalmente ya tengo la sensación de que no encajo, pero ahora parece que todo el mundo se haya vuelto loco. Como dice la canción: «No sé si el mundo está al revés o soy yo que estoy cabeza abajo.»

Yo digo noNo entiendo que, de golpe, en un país donde la educación en general no se valoraba mucho, sacamos «malas notas» en los informes del mundo mundial, ahora de golpe sea cuestión de vida o muerte que los niños y niñas no se pierdan ni un día de escuela.

Hablo sobre todo de la etapa de parvulario y de las noticias que recibo de varias escuelas y compañeras. Sé que hay gente que lo hace todo con la máxima buena fe y que no lo ven igual. También sé que hay muchos otros que estamos sufriendo y mucho.

Nuestra manera de entender la educación, la que ahora, por fin, venía avalada por las orientaciones de la Generalitat, la que nos obligaba a luchar porque no era entendida, aunque está quedando más lejos. Vamos atrás!

¡Se sienten unas barbaridades!

¡Poner «deberes» a los niños y niñas (de 0 a 6 años)!

Estos días alguna familia me dice: «Ahora se valorará más lo que haga», y yo les digo que no. No tiene nada que ver estar obligado a quedarse encerrado en casa con tus hijos y hacer de maestra.


“Hacer de maestra es un trabajo preciosa, que conlleva crear unos escenarios para que los niños actúen ya la vez convivir, escuchar e interpretar qué hacen para ayudarles a avanzar, acompañarlos en el descubrimiento del mundo y en la expresión a través de varios lenguajes.”


Se está confundiendo nuestro trabajo. Hacer de maestro es enviar recetas de cómo hacer pajaritos con cajas de cartón, convertir un rollo de papel higiénico en un gatito o proponer buscar redondeles por casa? Tal como decía María Acaso en la columna «Por favor, no hagan otro taller de conejos» en El País el 28 de marzo, «la educación artística no es ningún pasatiempo». Yo diría que la educación infantil tampoco.

Los maestros no somos payasos ni psicólogos ni servimos para entretener. Actualmente internet está lleno de posibilidades.

Yo digo no¡Se está planteando evaluar niños y niñas sin que vengan a la escuela! ¡¡¡Se dice que si el tercer trimestre no se pueden abrir las escuelas se les evaluará el conejito de cartón, la pajarita o el tornillo de plastilina!!! Cada lunes se enviarán los «deberes» y viernes se recogerán.

No sé si se quieren evaluar los niños o las familias, porque no creo que ellos escaneen, fotografíen y acompañen en correos electrónicos para la maestra lo que van haciendo.

Se ha hablado mucho de las diferencias entre familias, que, evidentemente hay que tener en cuenta. No sé a quien oí decir una vez que si a P3 ya sabíamos qué niño tendría problemas para seguir toda la escolaridad y el acertábamos esto significaba que la escuela servía para poco. ¡A menudo lo pienso y creo que aún falta tanto para tener una buena educación para todos!

Esto estos días también parece que se deba solucionar de golpe: llamando a las familias que no tienen ordenador (pobres niños, qué susto!), Persiguiéndolos por Whatsapp… haciendo señales de humo… ¡Suerte que la maestra no los puede ir a ver a casa para comprobar qué hacen!


“Se olvida que cada familia tiene su vida y sus complicaciones, se olvida que cada maestra también, olvida el derecho a la intimidad y la diferencia, se olvidan tantas cosas.”


Yo no entiendo nada y, por suerte, hay más gente que tampoco.

¿Como podemos decir no? ¿No en mi nombre?


Sílvia Majoral
Maestra en la escola El Parc del Guinardó de Barcelona. Miembro del consejo de redacción de la revista ‘Infància’

Rosa Sensat



Califica esta publicación

Deja un comentario