Y de todo ello… ¿qué hemos aprendido? La infancia invisible
Seguramente podríamos destacar, de los últimos meses, dos frases muy repetidas entre discursos de los adultos preocupados por todo lo que estamos viviendo: “todo irá bien” y “de todo ello, habremos aprendido mucho”.
Que todo irá bien, deberíamos matizar en cada contexto específico: familias sin trabajo, sin salud y sin economía. Un cántico, que seguramente con la idea de poner luz a tanta incertidumbre, se ha convertido en un soplo de colores.
No tenemos ninguna duda de que vivimos en una sociedad capitalista que pone de relieve la economía por delante de muchos otros aspectos que como colectivo social nos engloban; una sociedad que enlaza el bienestar de los ciudadanos en relación a su renta económica. Un sistema económico que, a raíz de la pandemia mundial, ha visto parada toda su actividad y ha sido entonces, cuando sólo funcionaba lo esencial, que se ha podido comprobar que el sistema no funciona.
sta sociedad de consumo, tantas veces excesiva, es la que nos lleva a olvidar la esencia de las cosas, y, sobre todo la esencia de la vida. Y en esta esencia es donde ha quedado invisibilizada la infancia.
Quizás hay quien tiene la capacidad y destreza de hacerla invisible.
Infancia o economía.
Economía o salud.
Queremos pensar que se puede tener presente la economía del País, sin tener que pisar a la infancia.
En temas de salud y escuchando los expertos en la temática se hace patente la importancia de establecer pautas preventivas bien definidas, que incluyan la desinfección constante de personas y espacios para evitar la transmisión del virus; sin tener que dejar de lado la tarea específica que se lleva a cabo dentro de los centros educativos.
Pero, de todo ello, ¿hemos aprendido?
Aprender: ¿cómo y qué hemos aprendido?
Para las profesionales de la educación aprender es un término que constantemente nos proponemos en debate.
Saber qué hemos aprendido pediría una respuesta compleja, con muchos matices, y lo que es cierto es que ninguna persona ha quedado al margen del aprendizaje durante la pandemia mundial. Aprendizajes más libres y motivacionales o más impuestos y curriculares ya dependería de muchos aspectos en los que ahora no entraremos. Pero, si de algún hecho no tenemos ninguna duda es que hemos aprendido por ensayo-error.
La novedad y las incertidumbres del momento nos han despertado una parte profesional que no sabíamos que llevábamos dentro. Los maestros hemos compartido inquietudes unos con otros; tenemos la necesidad de sentirnos más conectados que nunca: llamadas, videoconferencias y mensajes llenos de incertidumbre.
El triángulo aprendizaje, educación y escuela deberían enlazarse no sólo curricularmente, sino en una práctica cotidiana coherente para quien se sumerge, entendiendo el aprender como algo inherente a la vida; pero en todo este proceso de enseñanza-aprendizaje, de nuevo, la infancia ha quedado al margen.
Hay quien dice que es porque no votan y por ello, sus derechos no son suficientemente respetados. Otros dirán que como son pequeños, no se enteran o no les afecta. O bien que ellos no contagian, y por ello, pueden quedarse al margen de todo …. Pero lo cierto es que la realidad de los últimos tres meses los ha dejado en casa cerrados, sin escuela, sin parques y sin la socialización tan necesaria.
Y leemos partes que los niños y las niñas desde que nacen son ciudadanos de pleno derecho.
¿De verdad que son tenidos en cuenta estos derechos?
Una afirmación incluida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948 que desde los col.lecius 0-3 hemos tenido que defender de forma constante y rigurosa para poder hacer visible el primer ciclo de educación infantil como etapa educativa.
A lo largo de los tiempos, lo hemos hecho con fuerza, hemos notado la unión compartida entre profesionales de todo, hemos visibilizado a la infancia porque creemos que debe ser así; porque ser maestro o educador pide (exige diríamos) defender estos derechos.
Sin embargo, a nivel social, político y económico, ha quedado patente, que la voz de las maestras es una voz suave, que no llega donde creemos que debe llegar; que no llama suficientemente alto para que esta sociedad capitalista vea a la infancia.
¿Quién es el niño/a?
¿Cómo lo podemos hacer visible sin vulnerar sus derechos fundamentales?
En 1959, las Naciones Unidas aprobaron una Declaración de los derechos del niño que incluía 10 principios contemplados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En este documento se habla de algunos aspectos que vemos importantes destacar:
“El niño/a debe gozar de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios establecidos por la ley, y de otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, espiritual y social, de una manera sana y normal, en condiciones de libertad y dignidad”.
En el marco de la guardería, el binomio seguridad-autonomía se construye a partir de una relación de confianza con el adulto que cuida a través del contacto físico y emocional. La escuela no es, ni será nunca, un aparcamiento de niños para ir a trabajar; por mucho que se pretenda continuar atribuyendo estas cualidades a la educación infantil; y sobre todo al 0-3.
La psicología del desarrollo infantil define la construcción de la identidad y la conciencia de uno mismo durante los dos primeros años de vida. La creación de un autoconcepto, entendiendo cada niño como sujeto independiente de los demás, se va definiendo y enriqueciendo según unos atributos externos y las relaciones sociales que establece.
Entender la guardería como un entorno peligroso puede interferir de forma negativa en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima de quien habita ese espacio. Es por ello, que hay que ser conscientes de la importancia de mostrar la escuela como un entorno seguro y habitable donde cada niño pueda crecer y desarrollarse de forma global y sana.
Ofrecer oportunidades significa ofrecer libertad de acción, de relaciones y de contactos. Y una maestra de infantil que tenga que velar por el distanciamiento de los niños y las niñas está prohibiendo la vía por la que construyen conocimiento. Evidentemente, pedir a un niño que no se acerque al otro significa alejarse del concepto de escuela como entorno de socialización compartida.
El Plan de apertura de los centros educativos, elaborado a mayo de 2020, por el Departamento de Educación generó más incertidumbres que no apoyo a la comunidad educativa de la pequeña infancia.
Un documento construido de puertas adentro sin tener en cuenta los maestros. Pistas poco clarificadoras, dejando a las administraciones una toma de decisiones que se hizo sin el tiempo y la reflexión oportuna y muy necesaria en la mayoría de ciudades.
La conversación de cuándo y cómo se tenían que abrir las escuelas ha quedado entre los intereses económicos y de salud; convirtiendo las guarderías en entornos únicamente asistenciales; olvidando la educación. Abrir las escuelas bajo una demanda social de productividad económica y no del derecho a la educación es un error muy grande, que vulnera los derechos de los niños/as.
El 1 de junio, abrían las puertas las primeras guarderías – casi todas ellas municipales- con protocolos de reapertura hechos a toda prisa y bajo la presión de los sindicatos que; sin éxito, procuraban velar por la salud de toda la comunidad educativa.
La idea política de facilitar la conciliación laboral y familiar ha sido el primer escudo que no se ha visto apoyado por las mismas familias:
La oferta de horarios reducidos y las entradas extremadamente programadas no han facilitado poder desplazarse al trabajo por una jornada laboral.
La obligatoriedad de trabajar fuera de casa ha dejado al descubierto a las familias más necesitadas que seguramente ya hacía semanas que estaban trabajando y habían sido capaces de encontrar las estrategias propias para una conciliación real.
El miedo a los contagios y la realidad de una escuela que no es escuela -como los desafortunadamente malanomenats aparcamientos de niños- ha hecho que la inmensa mayoría de las familias prefirieran dar el curso por cerrado a la espera de un otoño más esperanzadora.
Han sido muy pocos, los Ayuntamientos, que han apostado por una educación de calidad, a la vez que segura y han decidido no abrir sus guarderías municipales en las condiciones solicitadas.
Asimismo, y repitiendo, la estrategia del Plan de reapertura de mayo de 2020, el Departamento de Educación hace públicos a última hora, unos protocolos para el curso 2020 a 2021; sin una normativa clara ni rigurosa que facilite la planificación de los equipos en un retorno con garantías sanitarias, pero sobre todo educativas que permita un retorno a las escuelas de la manera más amable posible por los niños y sus familias.
El triángulo Generalidad de Cataluña, Administraciones locales y Guarderías no permite trabajar en red para buscar alianzas y, de nuevo, poner al niño en el centro de la acción educativa.
Será, cada Ayuntamiento quien determinará qué recursos humanos, organizativos, materiales y económicos, dispondrá al alcance de cada centro para el inicio del curso 2020-2021, con el objetivo de garantizar la educación de calidad que merecen los niños y que los maestros han estado construyendo durante mucho tiempo.
La llegada de la “nueva normalidad”
Para un niño/a menor de tres años, retornó a la guardería después de más de 5 meses, puede tener muchos adjetivos, pero seguro que no será una vuelta normal, ni normalizada.
La normalidad cotidiana de la guardería es una normalidad de carácter plenamente educativa, pero también social y emocional.
Social porque aprendemos en comunidad, somos seres sociales y aprendemos los unos con los otros. Por ello, las distancias y los aislamientos en niños tan pequeños, pierde coherencia, porque sus sentidos son más vivos que nunca; necesitan tocar para descubrir, abrazar para conocer y compartir para aprender.
Emocional porque es una necesidad a cubrir y maestros y educadoras, velamos y velaremos por un retorno donde ningún niño se sienta el menos desprotegido e inseguro posible. Y sabemos que no será fácil; para que las familias han sido siempre coparticipadores muy activas de este proceso de acercamiento y ahora pretenden que las dejamos al margen.
Queremos acoger a cada uno de los niños y sus familias de forma personalizada, mirando a los ojos queriendo saber cómo han pasado estos meses, con el objetivo de poder continuar construyendo juntos; porque no entendemos la vida cotidiana de las guarderías sin las familias.
Pero ahora, ¿dónde queda la educación?
A pesar del derecho a la educación es uno de los derechos humanos esenciales; la pequeña infancia se ve vulnerada, despreciando este derecho y privándole de una educación de calidad, situando la guardería en una posición asistencial.
Maestros y educadores queremos ser dentro de las escuelas; no a las guarderías, ni los parkings; pero ahora, la situación nos pide que para que la escuela sea un lugar seguro tengamos que renunciar a todo lo que creemos.
¿Debemos renunciar a todos nuestros ideales pedagógicos los que hemos luchando tantos años?
Para los maestros, la escuela siempre ha sido ese lugar donde, humildemente, hemos puesto a disposición de los niños todas las herramientas que tenemos como profesionales con el fin de acompañarlos en la construcción de su conocimiento. Donde hemos mirado los niños por lo que son y no por lo que llegarán a ser. Donde los hemos ofrecido relaciones de confianza que les han permitido poner en juego todas sus potencialidades. Donde hemos atendido sus necesidades de la manera más respetuosa que hemos encontrado. Un espacio seguro en todos los sentidos.
Acataremos lo que nos pide el sistema, pero no, sin antes haber defendido los derechos de los niños.
Quizás con un apoyo público mucho más amplio de profesionales vinculados a la infancia el eco podría ser mayor: alcaldes y concejales, técnicos de educación de los Ayuntamientos, profesores de las Universidades y los ciclos formativos … Juntos podríamos haber hecho más fuerza. Porque es en una situación de excepcionalidad que se harán visibles más que nunca los derechos de todas las personas que conformamos la sociedad. Imaginábamos un trabajo en red, con tiempo y sobre todo, sentido común. Queríamos ayudar a buscar fórmulas creativas para coconstruir juntos este nuevo futuro poniendo en valor el acto educativo.
Las reflexiones sobre educación del filósofo Immanuel Kant muestran un profundo conocimiento del mundo y la absoluta convicción de que la educación permite mejorar el mundo y la vida. Y, seguramente somos utópicos, o un poco soñadores; pero siempre hemos creído que construir una sociedad mejor pasa por defender una buena educación. Ahora, sin embargo, las normas a están escritas. Y nos queda un sabor agridulce sabiendo que nosotros solas, maestros y educadoras, no podemos salvar la economía del País; y menos si es al precio de olvidar la infancia.
¿Quizás aún estamos a tiempo?
Nosotros, a pesar de los obstáculos, seguiremos defendiendo una escuela de calidad que tenga presentes todos los derechos de los niños.
Lucharemos para hacer visible, esta infancia invisible.
Autores/as: Pau Sobrerroca, Eva Sargatal y Annia Vilaró, maestro y maestras de guardería.