Conocimiento compartido

Prevención de los problemas emocionales en los adolescentes

La pérdida de espacios de socialización que ha llevado la pandemia termina por afectar a la salud mental de los adolescentes, y los grupos de reflexión que se pueden generar en la escuela pueden ser un factor protector. Para el filósofo Josep Maria Esquirol lo esencial y que todos compartimos de la condición humana es la situación de intemperie. Quizás no nos demos cuenta del todo, pero si profundizamos en nuestra esencia como seres humanos individuales, dice Esquirol, nos sentimos vulnerables, al descubierto. Lo que nos permite paliar la intemperie es el amparo del otro, la proximidad de los otros seres humanos: el vínculo y la relación con los demás nos protegen.

Si hay una etapa de la vida en que esta condición humana de intemperie se impone es la adolescencia. El adolescente se siente así en dejar atrás la infancia, un espacio conocido y en el que se siente protegido, para avanzar hacia la autonomía. Se añade también el hecho de tener delante un futuro incierto y no tan lejano y el hecho de encontrarse en un cuerpo que cambia rápidamente y que tal vez no se ajusta a sus deseos.

En un estudio realizado en Cataluña entre los meses de mayo y junio de 2020 con 1.629 niños y adolescentes de entre 4 y 18 años, se observó que el riesgo de tener un problema de salud mental, especialmente ansiedad y depresión, aumentaba hasta el 34,7%. En aquel momento las niñas y los niños de entre 4 y 9 años presentaban el doble de riesgo que los adolescentes de sufrir ansiedad, depresión, hiperactividad y problemas de conducta. La situación ha cambiado en los últimos meses de 2020 y en lo que llevamos del 2021, ya que ahora son los adolescentes los que tienen más riesgo de tener ansiedad y depresión. Especialmente preocupante es el incremento de los trastornos alimentarios y las tentativas de suicidio, que están colapsando los servicios de salud mental.

Las causas de este aumento son complejas: por un lado, el agotamiento de las familias, confrontadas a problemas económicos o laborales, duelos, enfermedades, incertidumbre, etc., y por otro, el hecho de que los adolescentes han perdido los espacios de socialización y contacto con los compañeros. Se dejaron de hacer las actividades extraescolares y se cerraron los campos de deporte y gimnasios; se limitaron las reuniones, y se decretó el distanciamiento social. La interacción, la relación con los amigos y compañeros, es esencial en el proceso de desarrollo del adolescente y en su progreso hacia la autonomía. Estas pérdidas han profundizado el aislamiento y la sensación de pérdida de control sobre su vida. La prevención de los problemas de salud mental pasa por recuperar estos espacios de relación.

El adolescente todavía necesita a sus padres; debe tomar distancia respecto de ellos y acercarse a los iguales para progresar hacia la autonomía, pero como esta distancia no es fácil de aplicar ahora por el confinamiento, se acaba imponiendo un cierto aislamiento con la habitación cerrada. Este aislamiento se agudiza cuando el adolescente cae en un estado depresivo; entonces hay otro aislamiento que opera desde dentro y que puede tener consecuencias graves. Además, hay que tener en cuenta que el sentimiento de pérdida de control sobre su vida y la incertidumbre ante el futuro, potenciados por la pandemia, conduce muy a menudo a tratar de recuperar el control sobre su vida a través del control de la comida y del cuerpo.

La comunicación en línea palia parte de esta pérdida de contacto social, ya que los adolescentes pueden mantener la relación con amigos y conocidos. Pero, a pesar de todo, el contacto a través de las redes sociales y los videojuegos no es lo mismo que la relación directa entre los adolescentes y en ningún caso la sustituye. Un adolescente lo dijo así: «Cuando hace mucho tiempo que hablas por videoconferencia ya no te acuerdas de tus amigos y compañeros».

La comunicación en las redes presenta algunos problemas que no favorecen la reflexión y el intercambio de ideas. Los debates en las redes son más emocionales que racionales y se utilizan más para expresar el punto de vista propio que para escuchar y tratar de entender el punto de vista del otro. Los sociólogos afirman que los insultos y las descalificaciones, tan frecuentes en algunas redes sociales, tienen la finalidad comunicativa de excluir al otro, diga lo que diga.

En este sentido, la escuela tiene un papel fundamental en la prevención de los problemas de salud mental en esta edad. En primer lugar, como punto de encuentro y socialización en un momento en que esto es tan necesario; en segundo lugar, por la posibilidad de crear espacios de reflexión que ayudan a paliar muchas de las ansiedades y preocupaciones de los adolescentes. Es necesario reconocer el esfuerzo que hacen los adolescentes para adaptarse a la situación de distancia social, para trabajar las pérdidas vividas durante el confinamiento y el post confinamiento, los duelos familiares, así como la pérdida de espacios de juego y conversación, actividades deportivas, extraescolares, etc. Estos espacios de reflexión deberían servir también para gestionar el estrés que genera la gran cantidad de noticias publicadas por los medios de comunicación y combatir las noticias falsas.

Otro factor de protección que favorece la resiliencia de los adolescentes es la construcción en grupo de un discurso sobre lo que está pasando. Y es importante que se haga en grupo porque es el vínculo con los otros seres humanos el mejor factor de protección ante la intemperie.