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¿Pretendemos traspasar la pantalla? Reflexiones de un educador confinado

¿Pretendemos traspasar la pantalla? Reflexiones de un educador confinadoVivimos días difíciles. El confinamiento no es sencillo para nadie, ni adultos ni niños.

Todos tenemos tiempo (quizás incluso demasiado) para pensar y opinar sobre temas diversos: cómo se está gestionando la crisis políticamente, si las acciones son más o menos acertadas, si deberíamos haber invertido más en sanidad pública… Parece que, de golpe, todos somos expertos en todo. Las redes sociales nos lo ponen aún más fácil: puedes hablar desde el anonimato, no sólo para opinar, sino para erigirse té en experto en temas que nunca has dominado.

Hasta aquí, aunque me molesta, lo puedo aguantar … pero hay algo que no soporto, y seguramente es porque es mi vida: que se banalice la educación. Y más aún cuando hablamos de la pequeña infancia, de niños de 0-3 años.

Y es que hay toda una serie de profesionales de este ámbito (y estoy seguro que otros ciclos y de ámbitos como el ocio que también) que, aunque nunca han tenido el reconocimiento social, político y económico que se merecen, no han parado de formarse, de investigar y de compartir para mejorar. Han sido y están trabajando más que nunca: para afinar su manera de ver, de entender, de acompañar a los niños. Para repensar la organización, las propuestas y los materiales que les ofrecen. En definitiva, para mejorar su práctica diaria.

¿Pretendemos traspasar la pantalla? Reflexiones de un educador confinadoEste largo camino apenas nos ha llevado a dejar de ver a los niños para empezar a mirarlos como se merecen. Como personas que tienen unas necesidades pero también unos derechos. Que son activos porque construyen activamente su conocimiento a partir de las relaciones que generan con el entorno, tanto con materiales y propuestas como con otros niños y con los adultos que los acompañan. Que son capaces, no para que tengan unas capacidades que los adultos podemos avalar, sino porque tienen unas capacidades innatas y aprendidas, unas herramientas para seguir relacionándose con este mundo que tantas ganas tienen de conocer.

Es por ello que el eje vertebrador de la guardería es, o debería ser, en mi opinión, la vida cotidiana. Una cotidianidad bien pensada, bien organizada, con unas propuestas que son enriquecedoras para los niños para que se adecuen a los procesos de descubrimiento que están viviendo pero que acogen lo inesperado como otro contexto de aprendizaje. Y es que para nosotros todos y cada uno de los momentos que el niño vive en la escuela son educativos.

Entonces, ¿qué hacemos ahora mismo los profesionales del 0-3, confinados? ¿Cuál es nuestra función? ¿Qué hacer?

Abro las redes sociales y me encuentro con miles de contenidos audiovisuales pensados para niños. Algunos están creados, sobre todo, para educadores: un cuento, una canción, una historia … explicados con mucho arte y sensibilidad, eso sí.

Y me pregunto: hay? Es lo que necesitan? Conecta con la idea de niño que estábamos construyendo y que ellos nos muestran cada día?

En mi opinión no. Para empezar, desde el colectivo de trabajadoras del 0-3 siempre hemos defendido y reivindicado que los niños no deben mirar pantallas, que el mundo es lo suficientemente rico para distraerse con contenidos audiovisuales. Podemos contradecir a nosotros mismas excusándose seleccionados la excepcionalidad del momento?

¿Pretendemos traspasar la pantalla? Reflexiones de un educador confinadoPero esta no es la única contradicción, en mi. Cuando generamos o enviamos este tipo de contenido estamos esperando o pretendiendo que el padre o la madre sienten el niño ante la pantalla a mirar lo que se le ofrece -a consumir, me atrevería a decir-, lo que le hemos enviado.

En esta situación, donde queda aquel niño activo y competente que decíamos reconocer y poner en valor? Nosotros mismos somos las que estamos haciendo una propuesta donde él es un sujeto pasivo que consume, sin poder elegir, lo que le enviamos. Y me hago la misma pregunta: ¿podemos contradecirnos por la excepcionalidad del momento?

Si ahora, debido a las circunstancias, no podemos formar parte de la cotidianidad de los niños, ¿dónde queda el eje vertebrador de nuestra práctica educativa?

¿De verdad es necesario que generamos cosas para distraer a los niños? ¿Realmente es nuestra tarea primordial en este momento? ¿Es el papel que creemos que debemos tener?

¿Es lo que realmente la sociedad espera de nosotros? ¿Es lo que realmente necesitan los niños?

¿Es lo que realmente sintetiza nuestra tarea docente? ¡Pensemos en ello!


Autor: Pau Sobrerroca Riu, Educador 0-3

Rosa Sensat



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