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¿LAS EMOCIONES SE ENSEÑAN O SE VIVEN?

¿LAS EMOCIONES SE ENSEÑAN O SE VIVEN?Actualmente son cada vez más y más los que organizan actividades dirigidas, en teoría, a «educar las emociones» de los niños, cuando en realidad el resultado es la reducción de una cuestión tan delicada y compleja a la simple enseñanza de una disciplina como todas las otras que suelen «impartir», vaciándola de cualquier posible significado. Este es, sin duda, un escrito «políticamente incorrecto», que nace de la incomodidad y la irritación que he sentido cuando, primero casualmente, luego cada vez de forma más consciente, entré en contacto con la «educación emocional» en su forma más común y extendida, dándome cuenta de las distorsiones y los peligros que conlleva este enfoque.

Del malestar y la irritación inicial, nació la exigencia de ofrecer un punto de vista diferente y alternativo; un punto de vista que, mediante la provocación, pudiera servir de estímulo para revisar las prácticas actuales dirigidas a «educar las emociones» y, espero, capaz de ayudar a los que se ocupan de la educación de niños y niñas a ir más allá de un conjunto de propuestas educativas que, en mi opinión, a menudo no tienen ningún sentido.

El descubrimiento de la existencia de la educación emocional

Con el fin de hacer lo más esclarecedor posible el significado del discurso que trataré de desarrollar, hay una breve introducción «autobiográfica»: hasta los últimos meses de 2015 ni siquiera sabía que existiera lo que aquí se suele llamar «educación emocional». No me da vergüenza admitirlo, simplemente no pertenece a mi historia cultural y profesional, y mucho menos a mi experiencia previa a la educación.

Quizás esta era la condición óptima para permitirme observar con los ojos y la mente bien abiertos, y sin prejuicios, un fenómeno cada vez más extendido, y captar las distorsiones y los riesgos inherentes. No sabía nada, pero, entre los meses de octubre y diciembre de 2015, una presencia muy evidente en las paredes de las estancias y los pasillos de las diferentes escuelas en que entraba cotidianamente me llamó la atención.

En particular, fue un personaje recurrente lo que despertó mi curiosidad, porque su fealdad intrusiva por supuesto que no podía dejarme indiferente. Era una presencia tan monótona y visualmente incómodo que un día me empujó a pedir a las maestras que me acompañaban en una visita a su escuela: «Y eso qué es?» Pero lo que accionó un interruptor en mi mente no fue tanto la respuesta ( «Es el monstruo de colores, no lo conoces?»), como el siguiente comentario, una especie de explicación para mi evidente ignorancia: «Es que estamos trabajando las emociones, la educación emocional, ya sabes, ¿verdad?».

¡No, no lo sabía!

¿LAS EMOCIONES SE ENSEÑAN O SE VIVEN?Yo no sabía nada, pero la frase «trabajar las emociones» me había sorprendido profundamente. Es una frase que me dejó desconcertado e inmediatamente generó en mi cabeza una serie de nuevas preguntas: ¿Qué significa «trabajar las emociones»? ¿Se pueden “trabajar” las emociones? ¿Y cómo se están «trabajando»? ¿Las emociones se deben trabajar o se han de vivir? ¿Y qué debería hacer la escuela para ejercer su papel educativo en relación con el tema de las emociones?

Estas preguntas seguían moviéndose dentro de mí, y me di cuenta que tenía que profundizar en el tema, tenía que saber más hasta llegar a comprender las raíces y los supuestos culturales y teóricos de algo que, por instinto, me suscitaba inquietud y preocupación, porque «trabajar las emociones» me parecía una frase sin sentido.

Los supuestos teóricos y culturales de la educación emocional

Encontré muchos materiales documentales que tratan el tema emocional de la educación desde múltiples puntos de vista, que aquí, por razones de tiempo y espacio, no es posible mencionar en detalle. En pocas palabras, y aceptando el riesgo de simplificar mucho el discurso, se puede reconstruir la historia de la educación emocional a través de algunos pasos clave: el concepto de «inteligencia emocional» nació antes que el de « educación emocional »

Profundizando en el tema, me di cuenta que había sido un punto de las reflexiones de Goleman lo que había dado paso a todo lo que, más tarde, se convirtió en las prácticas actuales que caracterizan la «educación emocional». Me refiero a la parte de su discurso en la que, argumentando sus reflexiones sobre el tema de la inteligencia emocional, y identificándola como una competencia fundamental en el mundo moderno -competencia emocional-, afirma que es una habilidad que puede y debe ser educada, poniendo en cuestión la escuela y sus responsabilidades.

Más específicamente llega a identificar direcciones en las que se debería desarrollar la actividad educativa, y entre ellas se destacan:

  • La primera, relacionada con el conocimiento de las propias emociones, respecto a la que argumenta que para construir una correcta conciencia emocional es indispensable disponer de palabras para nombrar las diferentes emociones, por lo que es evidente la importancia de potenciar el desarrollo del vocabulario emocional por parte de la escuela y de los sistemas educativos en general.
  • Y la segunda, la que tiene que ver con el reconocimiento de las emociones de otras personas; y aquí el discurso del autor toca el tema de la empatía y la pone en relación directa con el conocimiento previo de los propios estados emocionales, afirmando que, como mejor se conocen las propias emociones, más capaz se es de reconocer las de los otros.

Prácticas habituales de educación emocional

Es un hecho innegable que el concepto de «potenciar el vocabulario emocional» ha generado el conjunto de prácticas de enseñanza que caracterizan lo que está pasando actualmente. Y, sobre todo, no hay duda de que sólo se captaron los aspectos más simplistas y reduccionistas del cuerpo del discurso teórico de Goleman, plegándose y adaptándolos a un entorno muy cómodo y habitual, que es lo que distingue el mundo la escuela.

Porque la escuela, en general, casi siempre consigue transformar los pensamientos sobre la educación, incluso los mejores, en prácticas rígidas, esquemáticas, abstractas y descontextualizadas. La escuela parece tener la capacidad “sobrenatural” de reducirlo todo a su estilo de funcionamiento más tradicional: enseñar directivament, dejando caer desde arriba los contenidos que pretende transmitir, cualesquiera que sean, incluso las emociones. La escuela, en resumen, a menudo parece funcionar según patrones de pensamiento y actuación que confirman lo que dijo Umberto Eco en una vieja novela (1988): «para cada problema complejo hay una solución simple, y es errónea! ».

Es la tristísima tendencia de la escuela a querer creer que todo se debe verbalizar, por lo que el objetivo básico se convierte en el hecho de colocar nombres, palabras socialmente reconocibles, a las cosas, a las experiencias, incluso en los estados de ánimo que caracterizan la existencia de los seres humanos. Y después de haber hecho malgastar horas y horas a los niños para que aprendan de forma abstracta todas estas palabras, nos podemos parar, sin preocuparse de nada más, con la ilusión que de esta manera la escuela ha logrado la totalidad de su función educativa! En este sentido, la parte del discurso de Goleman sobre la necesidad de disponer de palabras que definan las emociones, especialmente para las interpretaciones pedagógicas reduccionistas que se han derivado, se muestra como lo que realmente es: una simple arquitectura teórica basada en una visión tradicionalista y directiva de la escuela.

Lo repito: ¡los niños no necesitan que la escuela organice propuestas didácticas para enseñarles palabras! Ninguno, y mucho menos las relacionadas con las emociones. Y aunque tienen menos necesidad de propuestas rígidas y directivas como las que hemos visto hasta ahora. Los niños necesitan una escuela capaz de acompañarlos auténticamente en su vivir «con y a través» de sus emociones. Y este dificilísimo objetivo no se alcanza con las actividades destinadas a «potenciar el vocabulario emocional»… ¡y menos aún a través de la lectura de libros considerados más o menos adecuados para «trabajar las emociones»!

Algunas claves para reflexionar sobre la relación entre emociones y educación

¿LAS EMOCIONES SE ENSEÑAN O SE VIVEN?En primer lugar hay que reflexionar sobre la relación entre emociones y aprendizaje, ya que puede ser una manera de empezar a entender qué significa acompañar a los niños a vivir con y a través de las emociones. En este sentido, es útil referirse a las evidencias presentadas por la investigación en neurociencia, que destacan, cada vez más, la relación de interdependencia entre aprendizaje y emociones.

Emoción de explorar, de descubrir, de interrogarse sobre los fenómenos con que se encuentran y que los despiertan la curiosidad, estimulando el deseo de aprender. Emoción de encontrar y tratar de resolver problemas cognitivos auténticos y significativos. Emoción de dar significado a las propias experiencias, el mundo y la vida. Lo repito: la escuela, en primer lugar, debería permitir a los niños vivir con emoción en un entorno coherente y de apoyo a la sus formas de aprender y construir conocimiento.

Permitir a los niños vivir con y a través de las emociones cada experiencia en la escuela debe ser el primer y principal objetivo de una educación moderna y respetuosa con la identidad de la infancia! En las palabras de un viejo maestro, Loris Malaguzzi: «nada sin alegría!». Esta frase estaba escrita sobre la puerta de la escuela infantil Diana de Reggio Emilia ya en los años ochenta del siglo pasado, mucho antes de que el famoso artículo de Newsweek la llevara a la fama internacional. Nada sin alegría! Una advertencia y una guía para cualquier actividad educativa que reconoce y se basa en la conexión imprescindible entre emoción y aprendizaje, entre emociones y procesos vitales, en línea con la identidad global de los seres humanos, ya sean niños o adultos.

Esto presupone una escuela y un adulto capaz de escuchar sus vivencias emocionales y actuar en consecuencia, de manera coherente con su identidad activa, que interroga y trata de dar significado a su entorno. Sobre todo en los momentos más íntimos y delicados. Especialmente cuando surgen problemas emocionales difíciles y potencialmente dolorosos. Estos son los momentos en que el acompañamiento de los niños requiere que los adultos ejerzan sus responsabilidades educativas con sensibilidad y sin ideas preconcebidas, interviniendo con respecto a la subjetividad, pero también a los valores educativos que se persiguen.

Y es que los niños necesitan sentirse libres para vivir y expresarse en un entorno humano y social que tiene confianza en ellos, y los acompaña globalmente, sin retórica, sin moralismo y sin separar ninguna dimensión de su ser y sentir. El entorno que necesitan, en otras palabras, es una escuela que se preocupa principalmente por educar a los niños reconociendo que son sujetos globales, sin segmentar sus prácticas, colocando a la palabra educación adjetivos que en califican los diferentes contenidos: educación lingüística , educación científica, educación corporal, educación musical o educación emocional. Porque no son aspectos separados sino dimensiones interrelacionadas que requieren contextos que permiten y no obstaculizan esta interconexión!


Gino Ferri, formador y asesor educativo

Rosa Sensat


Comunidad activa de maestros/as
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