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La motivación: qué es y cómo se activa

La motivación: qué es y cómo se activaEstoy convencido de que nos pondremos de acuerdo rápidamente si digo que la motivación es crucial en los aprendizajes. Un alumno motivado rinde mil veces más que uno de desmotivado. No sólo trabaja mejor, sino que con menos tiempo hace mucho más trabajo. Y, por si esto no fuera suficiente, encima de que rinde más, normalmente es capaz de trabajar mucho más tiempo. No exagero cuando digo que un alumno motivado rinde mil veces más que uno de desmotivado. Bueno, este “mil” no lo tome como medida cuantitativa. Es una expresión cualitativa, para decir que la diferencia en los aprendizajes es abismal. Necesitamos motivar a los alumnos, y una de las maneras de hacerlo es estando nosotros motivados cuando interactuamos con ellos.

Si nosotros no estamos motivados, nos será muy difícil motivarlos. El motivo es simple, y tiene que ver con la configuración neurológica del cerebro. Tenemos un conjunto de neuronas, llamadas neuronas espejo, que se activan de la misma manera cuando hacemos algo que cuando la vemos hacer a otra persona. Son la clave del aprendizaje por imitación, y hacen que, si nosotros entramos en el aula motivados, sin que nos lo proponemos de manera explícita ayudamos a nuestros alumnos a motivarse, porque sus neuronas espejo imitan nuestras. Eh, mucha atención, sin embargo, para que el proceso es bidireccional. Si entramos en un aula donde los alumnos están desmotivados, nuestro cerebro tenderá a imitarlos y nos desmotivaremos. Por eso es bueno que estemos convencidos de que queremos hacer en cada instante con nuestros alumnos y entramos en el aula bien cargados de motivación, por lo que nosotros los influimos en ellos antes de que ellos a nosotros. ¿Qué es, sin embargo, la motivación?

¿Qué es la motivación?

No es nada raro ni ningún fenómeno incomprensible. Simplemente, la motivación consiste, a nivel cerebral, en un incremento del flujo sanguíneo que aporta más nutrientes a las neuronas, básicamente oxígeno y glucosa. Esto hace que las neuronas tengan más energía disponible. Simplemente eso. Si tienen más energía, su funcionamiento es más eficiente, y además pueden trabajar más tiempo sin cansarse. Por eso una persona motivada rinde más -el funcionamiento cerebral gana eficiencia-, y puede dedicar más tiempo a las tareas que hace -se cansa menos-.

La motivación, además, tiene otro efecto, digamos colateral. Cuando estamos motivados el cerebro produce más dopamina, un neurotransmisor que está relacionado con los sentimientos de recompensa y de placer -de placer proactitiu, no del placer que notamos cuando nos relajamos y nos dejamos ir; este otro viene dado por otras neurohormonas, las endorfines-. Por eso las personas motivadas valoran más su trabajo y lo pasan mejor haciéndolo. Y, en consecuencia, les es más fácil mantener la motivación y volverse a motivar, dado que el cerebro busca repetir las experiencias que le proporcionan placer y recompensa. Es un círculo vicioso, por lo que vale la pena dedicar tiempo a que nuestros alumnos entren. Porque una vez dentro, si lo mantenemos girando, les costará más salir.

Quizás está pensando que todo esto está muy bien saber -el conocimiento nunca sobra-, pero de cara a nuestra práctica diaria en el aula también nos interesa saber cómo podemos activar la motivación, en los alumnos y en nosotros mismos. Ahora os lo cuento.

¿Cómo se activa la motivación?

Una de las maneras más sencillas de activar la motivación es a través de la sorpresa. La sorpresa es una de las emociones básicas, y como tal tiene mucha influencia en los aprendizajes. Se genera de forma automática en las amígdalas cerebrales, que son los centros generadores de las emociones, cuando algo del entorno cambia de forma repentina e imprevista, y rompe el hilo conductor de lo que estábamos haciendo. También de manera automática, la emoción de sorpresa activa otra zona del cerebro que está muy cerca de las amígdalas, que se llama el tálamo. Y esto es importantísimo, porque el tálamo es el centro de la atención del cerebro. Cuando el tálamo está activo, no podemos evitar estar atentos a las cosas que pasan en nuestro entorno. Y la atención, como sabéis muy bien, es también imprescindible para hacer un buen aprendizaje. A través de la sorpresa, por tanto, activamos la atención.

La historia, sin embargo, no termina aquí, porque el tálamo forma parte también de un circuito neuronal mucho más amplio, que comprende otras zonas del cerebro, que es precisamente lo que activa y mantiene la motivación! Sólo como curiosidad, estas otras zonas del cerebro se llaman sustancia negra (que es la que produce la dopamina que he mencionado antes), el núcleo accumbens (que genera los sentimientos de recompensa y placer proactivo) y la corteza frontal (que es donde se gestiona la toma de decisiones y la planificación del futuro, y donde se regula el comportamiento). A través de la sorpresa, los hacemos estar más atentos y los motivamos, dado que directamente activamos zonas clave de su cerebro, cruciales para hacer unos buenos aprendizajes.

La motivación: qué es y cómo se activa¿Pero cómo los podemos sorprender? Pues eso depende de cómo seamos nosotros (de nuestro carácter y personalidad), de la edad de nuestros alumnos, de cuál sea la dinámica intrínseca del grupo-clase, de la barriada, pueblo o ciudad donde esté el centro educativo, etcétera. No hay recetas, hay que cada uno explore y experimente la mejor manera de sorprender a los alumnos. Algunos aspectos generales que activas la sorpresa son el sentido del humor, cambiar de actividad de forma radical, introducir elementos disonantes en nuestras explicaciones que les sorprende, explicarles cotilleos que no tengan aparentemente nada que ver con lo que estamos haciendo , generando ratos de “lluvia de ideas” para entender o ampliar algún tema o concepto, etcétera. Soy consciente de que todas estas estrategias ya las conocéis y las utilice, pero ahora además sabréis porque nos ayudan a captar y mantener la atención de nuestros alumnos. ¿Y eso es todo?

¡La motivación es más compleja pero lo podemos aprovechar todo!

No, eso no es todo, porque la motivación es más compleja, pero sin embargo lo podemos aprovechar todo en beneficio de nuestros alumnos. Es un proceso realmente fantástico. He dicho que la sorpresa activa la motivación, pero no es la única estrategia para hacerlo (a pesar de todas están relacionadas y se sustentan en esta emoción). Cuando se analiza la actividad neuronal de las zonas del cerebro implicadas en la motivación, se ve que se activan solas sin necesidad de que haya ninguna sorpresa simplemente cuando pensamos que se producirá una sorpresa. La anticipación a la sorpresa, antes de que se produzca, es tan poderosa activando la motivación como la sorpresa para ella misma. Dicho de otro modo, si acostumbramos a los alumnos a que de vez en cuando hay una sorpresa, el simple hecho de que estén esperando cuál será la próxima sorpresa ya los activa la motivación.

Finalmente, aunque hay otra cosa que activa la motivación. La motivación, como he dicho, genera sentimiento de recompensa. Pues bien, el hecho de no saber si la recompensa será muy intensa o no también activa la motivación, exactamente de la misma manera. El motivo es simple: si no sabemos si la recompensa será intensa o no, pero en cambio sí que sabemos intuitivamente que cuanto más intensa sea más placer obtendremos, el cerebro se motiva para obtener el máximo sentimiento de recompensa posible, y con él el máximo placer. Es un aspecto con el que también podemos jugar, especialmente con los adolescentes. Hacer que innoven y arriesguen a clase, con sus trabajos, sus intervenciones, etcétera, para que cuando se innova y se arriesga el nivel de recompensa es, lógicamente, incierto.

Con el tiempo, a medida que el cerebro madura, durante la adolescencia, es muy importante que también madure la capacidad de automotivarse. Porque, si os fijáis, los adultos tenemos la capacidad de automotivarse nos -no todos, vale decir, porque según como haya sido el ambiente familiar, social y educativo durante la infancia y la adolescencia hay personas en las que la capacidad de automotivarse no acaba de madurar-. Pues bien, los modos que tenemos de automotivarse nos son precisamente estas: anticipar que habrá sorpresas y no saber cuál será la gratificación, y asumir riesgos e innovar sin saber cuál será el nivel de recompensa. Dé un vistazo a las personas de su alrededor: las que se arriesgan y las que innovan, por ejemplo en las estrategias pedagógicas que utilizan, suelen estar mucho más motivadas que las que prefieren no arriesgar y mantener todo igual que siempre.


David Bueno i Torrens
Profesor e investigador de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, y autor de Neurociencia para educadores.

Rosa Sensat

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