Houston, tenemos una solución… 50 años del Apolo XIII
Quiero empezar este artículo de reflexión con un aplauso a todos los equipos educativos que ha estado al pie del cañón desde los diferentes emplazamientos que el estado de alarma se ha permitido, haciendo posible, con innovación, trabajo de equipo, creatividad, imaginación y muchas, muchas, muchas ganas, el derecho a la educación de todo el alumnado, especialmente del más vulnerable.
Me consta que muchos docentes os habéis dejado la piel. Hoy, con el fin de salir de esta epidemia biológica y también moral, la comunidad educativa -toda y de forma cooperativa- debe tomar el relevo a los servicios de salud -emulant-sus acciones, desde los auxiliares y los profesionales que cuidan de la higiene de los espacios hasta los enfermeros y médicas- transformando, si es necesario, funciones habituales.
El 23 de marzo -diez días después del cierre de escuelas-, cuando desde el centro educativo, y como servicio esencial, vivíamos los inicios de lo que se convirtió en un verdadero descalabro social y humano, mientras dábamos apoyo a los compañeros, cubriendo las bajas en los servicios residenciales de niños, intentamos desarrollar criterios o vacunas de racionalidad y sentido común que pasaban por:
- Entender que la grandeza de un ser humano radica en su capacidad de amar -y los niños nos lo ponían muy fácil… no podíamos soportar su sufrimiento gratuito- y que las epidemias pueden aniquilar y hender los valores más esenciales y profundos de una sociedad paralizándola
- Confiar en nuestros servicios de salud y los protocolos, que iban cambiando incluso el mismo día -todos íbamos aprendiendo-. Todas queríamos lo mismo: cuidar de los niños en las mejores condiciones posibles de salud biológica, emocional, social y educativa.
- Los equipos nos teníamos que preservar los otros virus, aún más paralizantes -y sin EPI homologats- que la Covidien-19: el miedo, el exceso de información, el ruido mediático, la bilis de algunas redes, la ignorancia y el pesimismo irracional.
- Intentar separar las cosas superfluas de las esenciales empapados de respeto, agradecimiento permanente y comprensión mutua. Hay momentos difíciles y perturbadores que nos sacan de quicio. Somos bien humanos.
- Transformar la enorme complejidad vivida en sencillez, conscientes de que ahora tocaba autoorganizarse en nuevos fractales de aprendizaje.
Tengo el placer de coordinar un proyecto educativo que viene del año 1938, en unos momentos también de altísima complejidad -de hecho caían bombas-, en que existían instituciones como el CENU (Consejo de la Escuela Nueva Unificada) que trataban de diseñar un nuevo modelo de escuela inspirada en los principios de la fraternidad humana y en un sentimiento universal de solidaridad y justicia que quería suprimir todo tipo de privilegios y obstáculos de acceso a la educación. El CENU, como máxima instancia planificadora en Cataluña, fue considerado un ejemplo de sistema educativo avanzado en el ámbito europeo.
Y, volviendo a Europa, a lo largo de estas últimas semanas un buen grupo de países, siguiendo el ejemplo de los del continente asiático, van abriendo las escuelas en los términos y condiciones -unos con normativas más draconianas que otros- que los sistemas de salud van estableciendo, a partir del conocimiento compartido y cooperativo que día a día van alcanzando: Dinamarca, Noruega, Groenlandia, Islandia, etc. El día 1 de junio lo harán las escuelas inglesas, con unos protocolos basados en los daneses pero incluso demasiado exhaustivos. El doctor José María bouquet, de la Consejería de Salud, considera que las decisiones para mitigar y controlar esta pandemia son un ejercicio de ponderación de las propuestas basadas en el conocimiento científico teniendo en cuenta los principios éticos, el bien común y los valores vigentes en nuestra sociedad. Y añado que estas enfermedades infecciosas son accidentales y transitorias -Vaya, que se acaban controlando.
En cualquier caso, 1.380 millones de niños en el mundo, de acuerdo con la UNESCO, y más de un millón de alumnos en Cataluña, lo están sufriendo, y tienen todavía una oportunidad de volver a su centro en un curso que m ‘gustaría que acabara diferente, quizás más tarde, y quien sabe si debería recomenzar más temprano-, una opción que será siempre voluntaria -hay familias y también profesionales de la educación que están reticents-, y condicionada a que el centro llegue a la fase 2 y se vea con capacidad de cumplir las medidas de seguridad sanitarias.
En el documento COVID-19 education response: Preparing the reopening of schools: resource, del 5 mayo, la UNESCO pone de relieve que el cierre escolar no afecta a todos los niños de la misma manera. Los estudiantes procedentes de contextos vulnerables corren más riesgo, ya que para muchos la escuela no sólo es un lugar para aprender, sino que también les facilita la nutrición, los servicios de salud y la protección social. Estos niños pueden incluir refugiados, migrantes, niños y niñas en situaciones de pobreza y exclusión social, estudiantes con discapacidades, etc.
Será un ensayo para septiembre que superaremos si las escuelas se convierten organizaciones adaptativas y sistemas abiertos fuera de rigideces y nos reorganizamos en función de las necesidades y no al revés, desde la coherencia y la libertad. ¡Necesitamos más trabajo cooperativo y confianza!
«En los seres humanos hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.» (A. Camus)
Autor: Efren Carbonell