Educación ambiental en los centros educativos. Retos y propuestas.
¿De dónde venimos?
La educación ambiental que nos precede y que conocimos cuando empezamos a adentrarnos en este campo tenía dos vertientes muy claras. Por un lado, una vertiente naturalista dedicada a dar a conocer los diferentes hábitats que nos rodean, sus principales características y los seres vivos que habitan en ella. Se basaba principalmente en realizar excursiones para observar la naturaleza, identificar especies y conocer los impactos de la presión humana sobre los entornos naturales. El objetivo de esta rama de la educación ambiental, actualmente todavía necesaria, es acercar la naturaleza a los niños y niñas que viven en entornos más urbanos, aprender a quererla, valorar su existencia y, de este modo, fomentar su conservación.
Por otra parte, una educación ambiental en el aula, a menudo en formato de taller dinamizado por una entidad externa en la escuela. Las actividades estaban enfocadas desde la perspectiva del consumidor final (consumo responsable), tratando temas tan habituales como la gestión de los residuos (las conocidas 3R y el reciclaje) o el ahorro de agua y energía en los hogares. El discurso de esta educación ambiental está enfocado al impacto en el planeta que se asocia a las actividades humanas, sin una reflexión sobre los impactos sociales que derivan de éstas: desigualdades, empobrecimiento de comunidades, expropiación de tierras, enfermedades derivadas de la contaminación, migraciones climáticas… Por otra parte, el discurso no está acompañado de un cuestionamiento del sistema que genera y perpetúa todos estos impactos, sino que se basa en la responsabilidad individual de consumir de forma adecuada (sin cuestionar el sistema económico que nos vierte al consumismo), de separar los residuos en el contenedor que toca (sin identificar los impactos del reciclaje ni analizar las cadenas de producción y los residuos que se derivan) o de ahorrar energía en los hogares (sin hablar de gran gasto energético de macroproyectos).
¿Qué se está haciendo ahora?
Seguramente el contexto que ha puesto la emergencia climática en los medios y en la agenda política y el trabajo realizado hasta ahora, han hecho que sí se vaya incorporando una mirada más compleja en las escuelas e institutos. También vemos más prácticas de reducción de consumo y residuos, especialmente. También ha aumentado la demanda de talleres y actividades externas pero no deben ser puntuales y excepcionales para transversalizar e ir más allá, incorporando los impactos y aspectos sociales.
Además de dar a conocer el funcionamiento de la biosfera, las problemáticas ambientales y la importancia del mantenimiento de la biodiversidad, desde la educación ambiental se está incorporando una visión crítica que cuestiona la ciencia y la tecnología, para que estén al servicio de las personas y su bienestar, para garantizar la supervivencia y hacer frente a los retos globales que tenemos delante de una forma justa. Es necesario superar la visión tecnooptimista, y la confianza plena en que la tecnología y la ingeniería (con grandes proyectos como los que propone la geoingeniería) nos salvarán y solucionarán las problemáticas ambientales actuales, porque el planeta tiene límites físicos y por tanto los recursos y materiales se agotarán.
Cabe destacar el papel de las redes de escuelas por la sostenibilidad, algunas locales y otras de territorios más amplios, que hacen que aquellas docentes motivadas y encargadas de poner en marcha proyectos no se sientan solas en los claustros. También son claves los técnicos y técnicas de instituciones municipales que aportan y facilitan acompañamiento, recursos y espacios de encuentro entre centros y entre docentes. Otro agente clave están siendo las AFA’s, que están poniendo en marcha comisiones y empujando a los centros a llevar a cabo acciones e iniciativas de sostenibilidad.
¿Hacia dónde tenemos que ir?
Es importante transversalizar la educación ambiental en los centros y esto significa abordar los temas ambientales desde diferentes áreas, realizar proyectos conjuntos, implicar a la comunidad educativa y el entorno social.
La competencia ecosocial, que se ha propuesto incluir en la nueva ley educativa por parte de algunas organizaciones ecologistas y educativas, como Fuhem, se alcanza mediante el aprendizaje de una serie de conceptos (conocer), habilidades (hacer) y actitudes y aptitudes (valores). Parte de estos aprendizajes se orientan directamente hacia retos globales frente a los que nos encontramos, otros se desprenden de las características propias de la convivencia y la vida en comunidad, existe un tercer grupo que capacita al alumnado como agente de transformación social en los contextos socioambientales en los que nos encontramos y que muy probablemente se desplegarán en el futuro.
Incluyendo la competencia ecosocial o no, es ya imprescindible que incluya y aborde ya desde la educación formal algunos aspectos y conceptos claves como la ecodependencia (el reconocimiento de la dependencia de los recursos que nos proporciona el planeta para sostener nuestras vidas) y por tanto, la necesidad de cuidar el planeta pero desde una perspectiva de Justicia Global. Debemos hablar de la crisis civilizatoria en la que estaremos (o estamos ya) inmersas como sociedades y evidenciar las desigualdades que el sistema explotador del planeta genera. Hay que hacerlo empoderando a niños y jóvenes a ser agentes de cambio social y con una cultura democrática profunda para encarar la transición ecosocial que el contexto presente y futuro requieren.
El Cambio Climático es una realidad y como sociedad habrá que adaptarnos a ella. Se necesitan cambios en las sociedades, la economía y la política, lo que implica inevitablemente la educación. Es importante ser conscientes de que el crecimiento sin límites de producción y consumo en un planeta que sí tiene límites, es imposible. Tenemos clara la demanda de que necesitamos reducir urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero, limitar la huella ecológica y afrontar los cambios de forma justa y democrática.
El gran reto que tenemos es construir entre todas una cultura de la Tierra, una cultura que se base en la cooperación y el amor a la vida, y es por eso que habrá que trabajar día a día para que la educación ambiental sea espacio de reflexión y también de acción, es decir, motor de cambio y transformación.
Algunos principios que nos marcan el camino y que le invitamos a recorrer son:
- VIVIR DE RECURSOS ACTUALES. El modelo económico que tenemos sigue una dinámica expansiva que crece a expensas de extraer y explotar los recursos naturales, y consumir más energía, que depende de los combustibles fósiles. Tanto la vida cotidiana como la economía pueden funcionar con fuentes de energía renovables y debemos velar por que así sea.
- CERRAR CICLOS DE LOS MATERIALES. Cualquier material utilizado debe tener un uso posterior. El objetivo es que cada cosa pueda dar el máximo de vueltas posible hasta que deje de ser completamente utilizable. Y esta propuesta es fácilmente aplicable a las aulas y centros.
- CONSTRUIR EQUIDAD SOCIAL Y COMUNIDAD. El Cambio Climático multiplica las desigualdades sociales porque el aumento de las temperaturas y de las catástrofes meteorológicas afectan más a las poblaciones empobrecidas, con la pérdida de cosechas, el aumento de enfermedades o el destrozo de territorios y hogares . Hacen falta medidas justas para afrontar los retos colectivamente y es necesario abordarlo urgentemente en las aulas.
- MANTENER LA BIODIVERSIDAD. La biodiversidad es una red de relaciones entre los seres vivos y es una estrategia de seguridad y supervivencia de la vida. Un ejemplo claro es la reciente pandemia: cuando hay deforestación y se pierde biodiversidad, la transmisión de virus que proceden de los animales salvajes a los seres humanos es mucho más frecuente.
- REDUCIR EL USO DE MATERIALES Y RECURSOS. El consumo desmesurado de algunas sociedades es incompatible con los límites materiales del planeta. Hay que garantizar que todas las comunidades y personas tengan acceso a todo lo necesario para vivir en un mundo justo. Y esto podemos ponerlo en práctica con medidas de reducción de consumo en los centros educativos siendo ejemplo para alumnado y familias.
- PONER LA VIDA EN EL CENTRO. Que significa organizarnos priorizando el cuidado de la vida y aquellas actividades que aseguran su reproducción, poniendo en valor estas tareas a nivel educativo ante valores como el individualismo, la competitividad, la acumulación o el extractivismo.
- RECUPERAR SABERES. Recuperar y poner en práctica conocimientos tradicionales de las personas mayores, de las mujeres y comunidades de territorios periféricos, culturalmente no hegemónicos. Poniendo en valor y aprendiendo de estas prácticas y experiencias.
- ¡CREATIVIDAD! Utilizar la imaginación porque, frente a los retos colectivos globales, todos los futuros son posibles. Para contrarrestar las ideas catastrofistas necesitamos ser creativos y creativas, para construir un presente y un futuro justo y sostenible, es necesario imaginar futuros deseables y empezar a crearlos, desde todas partes, especialmente desde las escuelas.
Educadoras ambientales de MEL. Educación ambiental
Inspirado en las ideas del libro: CAMBIO CLIMÁTICO de Yayo Herrero López, María González Reyes y Berta Páramo Pino