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Tres lecciones para el programa de curso que empieza

Tres lecciones para el programa de curso que empiezaComienza un nuevo curso. Pero no debería ser ni como el anterior ni como el del cierre, en medio de una pandemia desconcertante. Debería ser el de la escuela que, ya mucho antes, quería cambiar y no le dejaban, el de la escuela que, gracias a la última crisis (estamos en una nueva y vendrán más) ha podido demostrar que sus demandas eran urgentes y necesarias.

Volvemos. Y no estaría de más que los profesionales, las familias y la administración educativa no olvidaran tres grandes lecciones, repasos, aprobadas y aplicadas en tiempos de pandemia. La primera tiene que ver con los profesionales que tienen como tarea convertirse en una oportunidad educativa significativa en las vidas de niños, niñas y adolescentes. Las y los profesionales que, con rigor técnico, educan mediante los aprendizajes, las relaciones y la presencia. Han podido volver a demostrar que la clave de su éxito y el de la escuela está en la personalización. Han vuelto a demostrar que cuando hemos podido estar singularmente (de maneras diversas) junto a cada alumno éste aprende, se siente persona, quiere convivir, necesita descubrir y saber.

Tres lecciones para el programa de curso que empiezaPero esto ha sido posible, primero, gracias a un gran sobreesfuerzo, después, gracias a la aportación de recursos (suprimidos cuando la anterior crisis consideró que la escuela no era importante). Volver a la escuela un nuevo curso no debe significar reclamar más plantilla ni reducción de ratios. Debe significar la aceptación definitiva de que sólo tiene sentido pensar en educar, enseñar, cuando se puede personalizar. Y esto requiere que cada profesional se ocupe de un número reducido de alumnos. Su reclamación no es laboral sino profesional y es muy simple: “me niego a estar al lado del alumnado sin poder conocer sus vidas, sin poder seducir a aprender, sin ayudar a cada uno a descubrir qué sabe de nuevo cada día”.

La segunda lección debemos esperar que ya forme parte del universo educativo de las diversas familias. Supuestamente, ya comparten un mínimo acuerdo sobre la utilidad de la escuela. Los hijos e hijas vuelven a la escuela y (aceptando la liberación que supone no tenerlos todo el tiempo en casa) tenemos claro que no para ser guardados ni para tenerlos bajo control ni para que nos saquen buenas notas. Las familias han aprendido y continuarán reclamando, al conjunto de la sociedad y a las administraciones, que la escuela sea un lugar esencial para los niños y adolescentes (que no puede ser restringido por los miedos adultas), que van a la escuela para descubrir el mundo desde otras ventanas que las pequeñas de casa, que en la escuela comparten la crianza pero esta no es una continuidad de la casa sino la suma de dos piezas de un mismo puzzle.

Tres lecciones para el programa de curso que empiezaAhora, ya saben que en la escuela enseñan a descubrir, se aprende a pensar, se expresan creativamente, conviven entre diversidades. También, como que la pandemia ha hecho flotar la pobreza, en la propia familia o en la de los compañeros de clase, saben que tienen que reclamar que la escuela pueda ser un lugar de compensación y de serenidad para todos.

La tercera de las lecciones aprendidas (ésta eternamente sin progresar adecuadamente) tiene que ver con la administración educativa. Es muy simple: la desigualdad y la injusticia atraviesan profundamente la escuela y, de vez en cuando, una nueva crisis o una pandemia no prevista nos la recuerdan. La pandemia tenía clase social y los impactos de las restricciones iban por barrios. Como la escuela estaba segregada y era segregadora, los impactos del caos han agudizado la segregación educativa. Por muy ciegos que quieran ser estos que nos gobiernan no pueden dejar de percibir la fragilidad educativa de muchas vidas infantiles y adolescentes. Suprimir o empobrecer la escuela ha significado la ilegalidad de empobrecer infancias.

El nuevo curso toca compensar: poner mucho más allá donde tenían muy poco y, encima, la pandemia ha hecho tabula rasa. Ahora toca explicar a la sociedad para la que gobiernan, que nadie tiene derecho a tener mejor escuela que el otro, que la diversidad forma parte de una sociedad y una escuela mestiza y que la escuela uniforme es una mala escuela. Investigar e innovar en educación pasa ahora, prioritariamente, para descubrir cómo pueden aprender niños y adolescentes a pesar de que todo a su alrededor sea un desastre.

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Jaume Funes (@JaumeFunes)
Psicólogo y educador, miembro de la Junta Rectora de Rosa Sensat
Rosa Sensat