¡Aprender inglés en infantil: juego y emoción!
El aprendizaje de una lengua extranjera a menudo se ha presentado de forma descontextualizada. Hay que vincularlo a situaciones significativas y fomentar el uso de la lengua de forma espontánea y natural en entornos donde el niño trabaje y aprenda activamente y se sienta respetado y valorado. El juego debe ser la vía principal para conseguir el objetivo final: crear una red donde juego, afecto y lenguaje se interrelacionen y se nutran mutuamente.
El niño aprende cuando se siente involucrado activamente en el proceso, mientras hace, toca, crea y se emociona. Aprende cuando se siente activo y responsable de su trabajo, cuando sus deditos ágiles manipulan incansablemente el material y el entorno, y cuando tiene la certeza de sentirse valorado, importante y capaz. Es necesario que estas ideas impregnen el aprendizaje del inglés, un campo que a menudo ha sido desvinculado del hacer y ha pretendido ofrecer el lenguaje alejado de espacios y experiencias significativas.
Maria Montessori, un cambio de perspectiva
Maria Montessori ya apostaba por la necesidad de una relación estrecha entre la inteligencia y el trabajo corporal en un entorno respetuoso. Su legado nos invita, a padres y maestros, a ser guías de esta conexión, poniendo en marcha situaciones de aprendizaje y ofreciéndonos a nosotros mismos como compañeros de su proceso de desarrollo (y no como simples transmisores de conocimiento).
Esta red que tejen las manos, el corazón y la mente, es decir, la relación entre manipular, emocionarse y aprender, a menudo parece diluirse cuando entramos en el terreno del aprendizaje de una nueva lengua en la escuela. Metafóricamente, pretendemos que el niño adquiera un nuevo idioma como quien pretende hacer crecer una planta sólo con el agua que nosotros le ponemos, sin tener en cuenta que también necesita tierra y minerales, y que es ella misma la que debe hacer crecer las raíces, debe esforzarse en captar la luz del sol y debe implicarse en el proceso. Es el niño quien, cuando se sienta involucrado y dote de significado el proceso de aprendizaje, llevará a cabo procesos intrapsicológicos para comprender la lengua y se le despertará el interés por expresarse.
Innegablemente, nuestra sociedad, cada vez más globalizada y cambiante, necesita fomentar el aprendizaje de idiomas. Y el inglés se ha convertido en un idioma ampliamente conocido a nivel mundial que puede abrirnos nuevas oportunidades laborales y personales. Es por este motivo que, a pesar de no contemplarse dentro del currículo de infantil, son muchas las escuelas que apuestan por introducir la lengua inglesa a lo largo de esta etapa y aprovechar así la plasticidad de estas edades y la oportunidad de vivir el proceso de forma natural y gradual.
Si bien la adquisición del inglés en la escuela ha sido ampliamente estudiada por lingüistas y pedagogos, los últimos estudios destacan la necesidad de integrar la lengua a los aprendizajes y las experiencias significativas (Halliday, 1975). En las etapas tempranas, pues, hay que desprenderse de listas de vocabulario, lenguaje descontextualizado y actividades poco estimulantes para los sentidos.
El aprendizaje significativo de una lengua
Aprender a comunicarse en una nueva lengua requiere espacios donde el niño no sólo sea un simple receptor de input, sino donde la expresión verbal sea una herramienta de comunicación significativa. La expresión oral debe verse como útil mientras hacemos, tocamos y creamos. Y es que las manos, y en extensión el cuerpo, necesitan sentirse activas en situaciones de interacción para integrar una lengua y recordarla. Piaget (1962) destacó el juego y la interacción social como verdaderos impulsores de la asimilación de la información y consolidación de las experiencias y aseguró que el niño aprende cuando trabaja y que la lengua se convierte en una herramienta social que facilita este aprendizaje.
El inglés (o la lengua extranjera que el niño adquiera) debe convertirse en esta herramienta facilitadora del aprendizaje. Es decir, debe integrarse dentro de otras áreas de conocimiento y experiencia, y en proyectos estimulantes. Un niño que observa las partes del escarabajo que ha encontrado en el patio, y lo hace en inglés porque ha sentido una canción del escarabajo o nosotros le acompañamos en el descubrimiento en esta lengua, la percibe como herramienta útil y valiosa para pedir, recibir información o expresar, y es así como integra las estructuras, el vocabulario y el uso.
Lengua y juego
Todo esto nos lleva a considerar el juego como impulsor de interacciones activas. El niño aprende jugando. Necesita tocar, oler, probar y, en definitiva, sentir. ¿Y cómo relacionamos estos sentidos con la adquisición del inglés? Poniendo palabras a lo que tocan, prueban, huelen y sienten, y utilizando la lengua de forma natural, espontánea y útil, tal como hacemos con nuestra lengua materna.
Podemos alentar a nuestros niños a pedir el material que necesitan en inglés, a expresar lo que están construyendo con tanto ahínco o, simplemente, podemos ser nosotros quienes ponemos palabras a aquellas acciones y proyectos.
El trabajo del inglés en infantil debería integrarse dentro de talleres creativos y espacios de juego con propuestas ligadas al lenguaje trabajado. Debería ser un espacio donde cuentos y canciones acompañarán manos que construyen, que crean o plantean ideas.
Son tantas las actividades donde el lenguaje puede ser un acompañante significativo que sólo hay que fijarse en el día a día en la escuela. Los niños pueden aprender inglés cuando miramos qué tiempo hace para elaborar un gráfico, cuando construimos torres con piezas de madera, cuando pintamos, cuando nos calzamos, cuando desayunamos, cuando observamos los insectos del patio con una lupa, cuando bailamos y movemos el cuerpo o incluso cuando plantamos una planta y descubrimos todo lo que necesita. Basta que las palabras fluyan, nos acompañen en estos espacios y se conviertan ricas y llenas de significado.
Lengua y emoción
La neurociencia avala que todo lo que el cerebro recoge como importante se recuerda de manera más eficiente y que la emoción es necesaria para la creación de nuevas conexiones neuronales.
Así, las actividades que acompañan el lenguaje deben despertar sorpresa, interés e ilusión. Retos, juegos de ingenio, proyectos, exploraciones, salidas, creaciones artísticas, cuentos o prácticas psicomotrices, son sólo algunas de las actividades que los hacen sentir involucrados, despiertos y llenos de emoción.
Clarke (2009) destaca la importancia que el aprendiz de una lengua lo haga paralelamente a la construcción de una autoestima positiva y una confianza básica. A menudo, los niños tienen vergüenza de expresarse en una lengua diferente a su materna. Como educadores, hay que ofrecerle tiempo, confianza y entornos positivos llenos de afecto y estima. El niño comenzará a expresarse cuando se sienta preparado, por lo que cualquier presión innecesaria para forzarle a hacerlo puede mermar su interés. Si la lengua materna requiere más de un año para empezar a florecer y más de seis para establecer bien las bases, no podemos esperar que otra diferente surja inmediatamente ni con exigencias.
Pongámoslo en práctica
En el segundo ciclo de educación infantil, todas estas ideas se traducen en un trabajo basado en la globalización. La lengua inglesa tiene que estar ligada a los aprendizaje de aula, los proyectos en los que trabajan los niños, y debe ser vista como una herramienta de aprendizaje. La maestra de idiomas pasa a formar parte del día a día en las aulas: puede entrar y compartir espacio con la tutora y apoyar a los contenidos, o bien recuperar lo aprendido en otras áreas y proponer actividades vinculadas a estos contenidos, siempre partiendo del juego. Sea cual sea la manera, habrá una coordinación estrecha entre el especialista y la tutora, para que el trabajo globalizado conduzca a un aprendizaje mucho más significativo.
Con los más pequeños, podemos empezar vinculando los ratos de rutinas o de juego libre en algunas estructuras lingüísticas. Poco a poco y de forma natural, el inglés puede entrar en el terreno de los aprendizajes y ser parte de las actividades más diversas. Desde construir un cohete porque somos la clase de los astronautas, hasta jugar a adivinar los desayunos durante el tiempo de recreo, todo son actividades cercanas, significativas, llenas de aprendizaje, de juego y de emoción.
Para acabar…
Toda esta reflexión lleva a maestros de idiomas y padres a fomentar el aprendizaje multisensorial, a aplicar la lengua a la adquisición de conocimientos, a estimular el interés y a integrar las estructuras lingüísticas en los entornos cercanos. La primera toma de contacto del niño con la lengua será determinante para asentar las bases y deben ser firmes, pero flexibles y construidas con ilusión.
Maestra de educación infantil y de inglés
“Artículo publicado en la revista In-fàn-ci-a“