Cuando los adolescentes nos recuerdan su encanto y hacen ver que no nos necesitan
Desde hace unos meses, las librerías acogen un libro en el que he condensado, con ligereza lectora, cuatro largas décadas de vida profesional adolescente: “Estima’m quan menys ho mereixi… perquè és quan més ho necessito”. Una guía para padres y maestros de adolescentes escrita con voluntad de relieve, de dejar la “pluma” a los jóvenes profesionales que vienen detrás y pueden mirarse los mundos adolescentes con mucha más curiosidad y cercanía que yo.
He escrito este libro porque su lectura cree más adultos apasionados (al menos a ratos) para estar al lado de los chicos y chicas adolescentes, siendo útiles en vidas que cada día nos pueden sorprender. No es un relato sobre hombres y mujeres que quieren estar solos sino sobre adolescentes que nos necesitan, quieren tener personas adultas a su lado con la distancia adecuada, flexible y cambiante. Pero, para que esto sea posible, debemos tener presente que no podemos educar de cualquier manera. Recordaré algunos criterios que he resumido en el epílogo del libro:
No educamos para que maduren sino para que sean adolescentes de vidas en positivo
En primer lugar, tienen que aprender a ser adolescentes y gestionar la propia adolescencia. No nos dedicamos a prevenir nada. Pero cuando aprenden a gestionar la felicidad, hacemos una moderada dosis de principio de realidad. Hacemos posible que practiquen la autonomía y que se equivoquen. Respondemos a sus conductas haciendo que se vuelvan responsables.
No traspasamos ninguna tradición sino que educamos en valores
Descubrimos con ellas y ellos que existen otras ventanas para mirar el mundo. Cuidamos que descubran la ética propia de la adolescencia, la que puede dar sentido a todo lo que ahora tienen que vivir. De paso, sus adolescencias nos deberían servir para volver a ser sinceros con nosotros mismos (que somos expertos en la hipocresía y la incoherencia).
Para saber cómo son, tan sólo hay que abrir los ojos en casa o en clase un rato cada día. No es de extrañar que la normalidad activa, de cada día, de nuestros personajes en obras, sea dedicarse a la confrontación (especialmente con nosotros), tener los iguales como primera referencia, estar entre emociones impredecibles y sentirse impulsados a todo tipo de descubrimientos. En su construcción nosotros ponemos los andamios y las redes pero no podemos dibujar los planos.
No, aún no se han vuelto cínicos porque sus son unas vidas llenas de primeras veces.
Afortunadamente, son inmaduros. En caso contrario, serían conservadores antes de tiempo y no tendrían futuro en un mundo en cambio permanente.
No están locos (o no podemos pensar que lo estén), pero también lo pasan mal
Nuestro trabajo debería consistir en descubrir sus malestares, reducir las contradicciones que los provocan y buscar formas sensatas de ayuda.
No conocemos una parte significativa de su adolescencia digital, virtual, en red
Debemos desconectar las alarmas y pensar cómo se educa en contextos en que todo no es presencial, pero es igual de real e intenso.
La lista de “consejos” educativos es mucho más larga (de hecho he tenido que escribir todo un extenso capítulo con el título de “¿Pero cómo se educa estos adolescentes?”). Me acabo de dar cuenta, sin embargo, que, como buen adolescente, he escrito una serie de párrafos que empiezan por “no”. Será porque sé más sobre lo que no hay que hacer que sobre lo que tenemos que hacer. O quizá porque las formas de atención en positivo van cambiando con el tiempo, en una sociedad acelerada en que mayoritariamente ellos y ellas se mueven como si no pasara nada.
Una vez más tengo que recordar que ocuparse de los adolescentes supone fundamentalmente volver a aprender gramática. Saber de nuevo cómo se conjugan los verbos irregulares mirar, ver, observar, escuchar, preguntar. Las miradas, sin embargo, han de poder acoger y las preguntas no tienen nada que ver con un interrogatorio.
Ahora, podrás encontrar en las libros de Abacus cooperativa un nuevo manifiesto adolescente. Si acabas leyéndolo, cuidado. Está escrito para seducirte a ayudar a seducirlos. Conseguir que estés dispuesto a acompañar vidas adolescentes.
Psicólogo, educador y periodista. Miembro de la Junta Rectora de Rosa Sensat.