ROBOTS MAESTROS
Preocupa el discurso que avala el avance científico y dice que mejorará la calidad educativa (y empresarial). Es un discurso que se fundamenta en estudios que miden el impacto que genera la robótica en el alumnado (siempre positivo, claro) y con una credibilidad aún para contrastar.
“A veces no comprendo el comportamiento humano”, dice el androide C3PO, viendo como Han Solo se enfada porque le interrumpe cuando está besándose con la princesa Leia. Es una escena de El imperio contraataca, película de la saga Star Wars protagonizada por el robot humanoide diseñado para interaccionar con los humanos y otros seres pensantes. Que los robots más o menos evolucionados forman parte de nuestras vidas ya hace tiempo que lo estamos viendo: robots domésticos en casa, robots manipuladores de objetos en los almacenes y robots en la industria automovilística.
La industria de la robótica es potente y empieza a entrar en el ámbito social, tal vez porque falta mano de obra. Lo cierto es que, cada vez más, el mundo de las humanidades y el de la tecnología se acercan, más o menos como anticipaba Asimov en sus novelas con la presencia de robots que vigilan y siguen los niños para protegerlos o, de forma divertida, Jacques Tati en la casa domótica de la película Mon oncle.
Lo que preocupa, no obstante, es el discurso que avala el avance científico y dice que mejorará la calidad educativa (y empresarial). Es un discurso que se fundamenta en estudios que miden el impacto que genera la robótica en el alumnado (siempre positivo, claro). Por ejemplo, se hizo un experimento en Corea del Sur, en 2010m con un programa para enseñar inglés utilizando un robot de un metro de altura, de forma ovoide, y equipado con una pantalla en lugar de cabeza. Era una iniciativa que nació por la falta de profesores de inglés disponibles en muchas regiones del país, y tuvo por objetivo determinar si los robots pueden ser una alternativa viable para equipar las aulas de las regiones alejadas y necesitadas de maestros capacitados. El estudio concluyó que los resultados eran alentadores, que los alumnos interactuaron con el robot y aprendieron nuevos conceptos.
Pero unas líneas más abajo leemos (¡oh, sorpresa!) el quid de la cuestión: “Asimismo, el robot permitió rebajar los costes. Contratar un maestro de inglés extranjero en Corea del Sur supone alrededor de 32.000 euros anuales, mientras que un robot reduce este coste a la mitad, dispositivo incluido”.
La mayoría de estos estudios provienen de Japón, Taiwán y otros países de la zona del Oriente lejano y son favorables a la introducción de los robots maestros y van acompañados y avalados por informes que explican cómo aprenden de bien los niños. Lo que echamos de menos son las referencias al feedback que establecemos en el aula con los niños, la empatía, la resolución de los conflictos, la adaptación a las necesidades emocionales de cada uno, como sabe el robot que un chico se aburre en el aula, etc. No está claro que un robot pueda sustituir al maestro que mira a los ojos del niño y percibe que le está pasando..
Si tienes dudas, no es difícil realizar un experimento básico. Elige dos grupos de alumnos de la misma edad y cuando uno de los grupos (llamémosle A) asista al aula de inglés que una cámara grabe la sesión. El segundo grupo (llamémosle B) sólo podrá ver las grabaciones. Un grupo con la maestra o el maestro y otro con la pantalla. Pasado un tiempo, plantea algunos retos lingüísticos -con una conversación basta- a los dos grupos y compara. Te lo puedes imaginar, ¿verdad? El factor humano, que diría C3PO, es determinante.
Maestro jubilado. Forma parte del Grupo de trabajo “Passió per la lectura” de la Associació de Mestres Rosa Sensat