Somos historias. Somos lo que vivimos y aprendimos en los veranos. Somos el verano que pasamos con los abuelos, con los primos y los padres. Somos los libros que devoramos entre siesta y siesta, los cuadernos de vacaciones. Somos las aventuras que vivimos de colonias y con la pandilla del pueblo, y todos los diarios que escribimos.
Con la llegada del verano es inevitable recordar, con emoción, las historias que vivimos de pequeños y pequeñas. Aquellos días calurosos, llenos de fantasía y aventuras, donde prácticamente todo era posible. Aquellos meses que se hacían eternos, libres de imposiciones y horarios, y donde sólo había una premisa: ¡la libertad para disfrutar!
Y ya que no podemos volver a nuestros veranos de la infancia, que tanto nos marcaron, lo que sí podemos hacer es, como adultos, contribuir a que las niñas y los niños que están a nuestro alrededor, hijas e hijos, sobrinas y sobrinos, nietas y nietos…, construyan recuerdos igual de bonitos que los nuestros. Que construyan sus veranos eternos e inolvidables. Porque las mejores historias tienen lugar en verano. Porque no hay verano sin historias.
Un día en Torredembarra. Por Martina Pujol.
¡Vamos de colonias! Por Júlia y Miquel Rius.
De vacaciones en Mallorca. Por Elena y los primos Pau y Nil.
Escapada a los Pirineos. Por Jan y Arnau.
Los anocheceres en la piscina. Por Laia Llorca.

¡Estas son algunas de las historias que nos han hecho llegar este verano! ¡Comparte tu y gana una tarjeta regalo Abacus de 100 €!
¿Cómo puedes participar? Enviadnos un audio o un vídeo de tu hijo, hija, sobrino, sobrina, nieto, nieta, etc., contando su historia de verano:
- Por correo electrónico en cm@abacus.coop indicando el nombre de la madre o del padre, de la niña o del niño y su edad, así como un teléfono de contacto.
- ¡O a través este formulario!
¡Entre todas las personas participantes, sortearemos una tarjeta regalo de 100€! ¡Consulta aquí las bases legales!
Aunque podríamos pensar que esta nostalgia nos produce tristeza, la neurociencia ha demostrado que, en realidad, recordar nuestra infancia tiene efectos muy positivos, ya que activa los circuitos de recompensa. Así, cuando nuestra memoria autobiográfica se pone en marcha para evocar recuerdos positivos, como por ejemplo los de las vacaciones, se activan circuitos neuronales en la corteza y el núcleo estriado que coinciden con los que se encienden con las recompensas económicas. Leer más.