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Este verano pongamos -de verdad- a la infancia en el centro

– Admirar significa reconocer que soy el hombre más apuesto, más bien vestido, más rico y más inteligente del planeta.
– ¡Pero si sólo estás tú solo, en tu planeta!
– Hazme este favor. ¡Admírame de todos modos!
– Te admiro- dijo el Principito encogiéndose un poco de hombros-, ¿pero de qué te puede servir esto?
Y el Principito se fue.
«Decididamente, las personas mayores son muy extrañas», se dijo a sí mismo durante el viaje.

Este verano pongamos -de verdad- a la infancia en el centroTirar de clásicos siempre facilita la escritura y ayuda a ilustrar la idea que se quiere transmitir. El Principito, en el citado fragmento, no acaba de entender el significado de la admiración. El personaje vanidoso de la novela quiere ser el centro de atención al precio que sea -incluso en soledad- por el simple hecho de serlo. El Principito, como en cada planeta que visita, marcha concluyendo que las personas mayores son muy extrañas.

Somos muy extrañas porque quizás dejamos de ser niños demasiado pronto. Nada que ver con la madurez, sino con la inocencia, la ingenuidad y la ilusión por lo que nos mueve en el día a día. Vivimos en un mundo adultizado, construido por y para nosotros, relegando los espacios infantiles en universos fantasiosos y poco alineados con la realidad. Esto provoca que, con crisis como la del coronavirus, su choque con lo cotidiano sea mucho mayor de lo que podría ser en una sociedad diseñada de manera diferente. Necesitamos pensar mucho más en clave de infancia, no sólo para llenarnos la boca con buenas palabras y propósitos que no siempre se acaban de cumplir, sino para remar conjuntamente como comunidad hacia un mundo mucho más inteligible para los más pequeños, pero también para que nos irá bien, como personas adultas, ganar un poco más en la inocencia, la ingenuidad y la ilusión a las que antes hacíamos referencia.

Este verano pongamos -de verdad- a la infancia en el centroNos irá bien como sociedad y ayudará emocionalmente a los niños y niñas -y jóvenes- a superar una gestión de su día a día que les ha de resultar bien extraña: gente con mascarilla por todas partes, meses sin ir a la escuela, noticias diarias con bailes de cifras de enfermos, contagiados y muertos… Lo hemos adultizado todo tanto que quizás no somos conscientes del impacto que esto les puede reportar a medio plazo. Por ello, este verano, más que nunca, debemos hacer valer verdaderamente eso que tanto oímos estos días: “poner a la infancia en el centro”.

Pero, ¿qué quiere decir que tenemos que poner a la infancia en el centro? Pues, en cierto modo, significa hacer lo que tanto escuelas como centros recreativos y madrigueras dedicados a la educación en el ocio han intentado llevar a cabo a lo largo de todas estas semanas. Significa pensar en clave de infancia, como decíamos antes, y adaptar la nueva realidad a su manera de ver y entender la vida. Significa colgar retos semanales en las redes sociales; significa llamarles por teléfono para saber cómo están; significa darles la oportunidad de expresarse en unas condiciones que no son agradables para nadie. Y también significará, a partir de ahora, que vivan el verano de la manera que realmente merecen.

Este verano pongamos -de verdad- a la infancia en el centroCiertamente, las diferentes entidades que trabajan en la educación en el tiempo libre tienen un reto mayúsculo sobre la mesa con unos protocolos y unas medidas que no facilitan la tarea educativa en el sentido más puro del concepto. Necesitan todo el acompañamiento y tantas facilidades como sea posible para que puedan llevar a cabo unas actividades de verano en las que el niño y la niña puedan ser el centro. Tenemos la oportunidad como sector de demostrar que sabemos hacer frente a las adversidades y que el ocio es esencial en nuestra sociedad. Apostemos por la educación no formal este verano. Apostemos por hacer colonias, campamentos, rutas y centros de base voluntaria en las que se pueda trabajar la gestión de la crisis con espacios para el juego, los talleres y el esparcimiento; para la expresión de las emociones y la detección de problemáticas escondidas bajo un techo durante el confinamiento; para el cuestionamiento de todo y para la reflexión de lo que estamos viviendo.

Apostemos por el ocio porque apostamos por la transformación social y unos valores basados en la igualdad, la justicia, el compartir, la amistad… Apostemos por un verano adaptado a una nueva realidad en la que no nos admiramos a nosotros mismos con el fin de dar una oportunidad a los más pequeños. Demostremos, como adultos, que queremos más inocencia, ingenuidad e ilusión. En definitiva, demostremos al Principito que no somos tan extraños como parecemos y que todos guardamos, aún, un niño o una niña dentro de nosotros.


Joan Morte i Villoro @tetesebas1
Vicepresidente del Moviment de Centres d’Esplai Cristians Catalans de la Fundació Pere Tarrés
Fundació Pere Tarrés



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