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El juego como estrategia de inclusión social

El juego como estrategia de inclusión social

El juego es aquella actividad que realizamos las personas porque queremos. Jugar significa ser libre, significa compartir, significa divertirse y, evidentemente, aprender y mostrarse tal y como somos.

El juego comporta diferentes beneficios en el niño o la niña, porque, cuando juegan solos, se encuentran consigo mismos, entrenan la memoria y desarrollan diferentes habilidades, mientras que, cuando juegan con otras personas, también aprenden a compartir, organizar, ceder y participar a partir de su propia iniciativa y la de sus compañeros de juego.

El juego como estrategia de inclusión social¿Qué importancia o beneficios comporta para los niños y las niñas este valor?

PPara que el juego sea una herramienta de inclusión social, el primer paso es empezar a trabajar con el equipo educativo y las familias sobre cómo podemos generar espacios inclusivos. Una vez dado este paso, hay que dar uno más. Una vez hemos tenido en cuenta que el espacio arquitectónico cumple la función, entonces los agentes educadores también deben prepararse para saber gestionar y aprovechar las ventajas de un espacio inclusivo.

En el mundo de la infancia jugamos con una gran ventaja, ya que los niños y las niñas se encuentran libres de todos aquellos prejuicios con los que nos vamos cargando las personas adultas con el paso de los años. Por lo tanto, serán nuestros referentes para crear estos espacios inclusivos a partir de la observación atenta de cómo interaccionan, se apoyan y acompañan ante las dificultades que puedan surgir.

Y es aquí donde tenemos una gran oportunidad. No solo en las escuelas, ya que tanto la educación no formal como la educación en el tiempo libre nos permitirá crear espacios libres para trabajar la inclusión a partir de las diversas herramientas educativas: actividad, lo cotidiano, el entorno y el grupo de iguales y los referentes educativos.

¿Cómo podemos trabajar este valor del juego en la escuela?

Trabajar la inclusión a través del juego significa adaptar esta herramienta a todo el grupo de niños y niñas, sean cuales sean sus características.

En la etapa de la educación infantil podemos trabajar por rincones, ya que el juego estrella de esta edad es el juego simbólico. Algunos espacios de juego pueden ser la casa de los bomberos y las bomberas, el hospital, la clínica veterinaria, la escuela, un plató de televisión… También es un buen momento para introducir algún juego de mesa cooperativo, de memoria, para construir palabras o para trabajar emociones y sentimientos y que tenga un espacio de tiempo de corta duración, porque en esta edad los niños y niñas mantienen la atención poco rato.

En la educación primaria, secundaria y bachillerato podemos utilizar juegos de mesa y tablero de todo el mundo y juegos de mesa específicos para trabajar la cooperación y el trabajo en equipo. De esta manera nos adentramos en la interculturalidad y trabajamos las diferentes capacidades de los niños y niñas que participan, ya que hay juegos de diferentes tipologías: unos son de carácter más matemático, otros están más dirigidos a trabajar la estrategia, otros se fijan en la imaginación y la creatividad de los propios participantes, e incluso los hay que sirven para mejorar las habilidades lingüísticas y mentales.

El juego como estrategia de inclusión social¿Y en el ámbito doméstico?

En la medida en que jugamos y que se nos plantean diferentes situaciones cotidianas podemos trabajar la inclusión social haciendo preguntas abiertas sobre las emociones y sentimientos que tenemos. Por ejemplo, en un juego en el que trabajamos la rapidez oculomanual podríamos lanzar la esta pregunta al aire: ¿cómo podríamos adaptar este juego a un niño o niña con baja visión y ceguera total? ¿Podríamos ayudarlo para hacerlo partícipe del juego?

Hay que recordar que tener un juego entre nuestras manos significa tener una herramienta para construir. No solo lo pasaremos bien, sino que además lo podemos transformar en una técnica dinámica de grupo para trabajar un objetivo concreto. Dependiendo del tipo de pregunta que nos planteamos y que formulamos a los participantes, la reflexión será más o menos interesante. No debemos explicitar cuál es el objetivo de nuestra técnica de dinámica de grupo (juego), porque nos podemos cargar nuestra intención. Hacemos preguntas abiertas que lleven a los participantes a reflexionar sobre hechos de la vida cotidiana ssin poner nombres o etiquetas a las diversidades funcionales. Trabajamos desde la construcción, la reflexión, la empatía y el hecho de que todos y todas somos las personas de hoy y de mañana. Haciendo por el otro lo que nos gustaría que hicieran por nosotros.

Antes de proponerles un juego es recomendable jugar para ver si, realmente, el juego es el adecuado para el objetivo que pretendemos alcanzar con niños, niñas o jóvenes. Un juego para entretener sí, pero también para educar en valores. Y no olvidemos que la familia es uno de los agentes educadores más importantes en la vida de un niño, niña o joven. Aprovechar los momentos de juego para trabajar la diversidad funcional, cultural y de género es una buena opción, porque mientras nos lo pasamos bien pensamos en construir un mundo mejor para nosotros y las personas que nos rodean. Un mundo para todos y todas.

Recursos que puedes encontrar en Abacus para fomentar este valor del juego:

SpikyDómino animales de la granjaAventureros al tren. Primer viajeEl bosque misteriosoEl espía que se perdió

Dejadnos jugar a cambiar el mundo

Contenido elaborado por:
Fundació Pere Tarrés
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