Cómo jugábamos y cómo jugamos
La transformación del juguete desde principios del siglo pasado hasta nuestros días es una historia de cambios permanentes, creaciones de nuevas técnicas, y adaptaciones de las tradicionales. Jugar era y es sinónimo de descubrir, inventar e imaginar, y la llegada de la digitalización en el sector ha modelado una nueva concepción de la diversión, donde el juguete tradicional ha tenido que reinventarse para seguir siendo una de las opciones favoritas de los niños y niñas a la hora de jugar.
El concepto que hoy se tiene del juguete, al alcance de todos y para todo tipo de bolsillos, es relativamente nuevo. A principios del siglo XX, el ocio infantil estaba monopolizado por el juego al aire libre. “En la calle o en el patio del colegio, abundaban los juegos de habilidades como por ejemplo los bolos, la pelota, las peonzas, las canicas, etc.”, explica el profesor e investigador Pere Capellà Simó, Premio Ciudad de Barcelona el año 2014 en la categoría de historia por el libro ‘La ciutat de les joguines. Barcelona 1840-1918’. No era tan común en aquellos tiempos jugar entre cuatro paredes, en casa. “Los que podían permitírselo, jugaban con juegos de mesa o de ingenio (damas, oca, puzzles) y, sobre todo, con juguetes”, explica.
Los juguetes tradicionales se inspiraban en lo que pasaba en la calle, y reflejaban la realidad de una época, con todos sus estereotipos, clichés y desigualdades sociales, hasta que aparece el cine de animación y éstos empiezan a inspirarse en este nuevo arte. Hay, sin embargo, un momento sin precedentes en la historia de los juguetes –en concreto, un material– que marcó y abrió nuevos horizontes en el sector: “El plástico permitió una democratización de los juguetes, a la vez que los dotaba de una mayor resistencia e higiene”.
Durante la década de los 60 la industria del juguete comienza a prestar atención a los niños como consumidores, aunque no es hasta finales de los 70 que la oferta se incrementa y el juguete se populariza. Juegos y juguetes como Exin Castillos, los Mecano, Airgam Boys, Micro Machines o los psicodélicos teclados Casiotone seguro que aún perduran en la memoria de muchos adultos y endulzan sus recuerdos de infancia.
El presente actual, sin embargo, es muy distinto a aquél. Los niños de ahora, a los 3 años, ya distinguen una marca de otra y empiezan a pedir productos concretos y a determinar sus preferencias y gustos, y sus deseos son estudiados y perseguidos por profesionales de un sector que mueve miles de millones cada año.
Los años 90 del siglo pasado abren una puerta interesante a lo que al juego se refiere. Ya no se busca sólo que el objetivo final del juguete sea el ocio para los más pequeños, sino también el de aprender. Así, la diversión cobra un nuevo sentido, más profundidad, y los juguetes educativos y científicos llegan a los hogares gozando de buena aceptación. Juegos de mesa como el Pictionary, o juegos de construcción, de investigación, y de reforzar la memoria comienzan a ser un regalo muy habitual de los padres a sus hijos. Jugar aprendiendo y aprendiendo a jugar.
El camino del juguete hacia la robótica
A principios de los años 90, los juguetes clásicos se ven un poco eclipsados por una nueva tendencia que cambiará la forma de jugar de los más pequeños de casa (y no tan pequeños). La consola Nintendo, y derivados portátiles como la Game Boy, entre otros, iniciaron la digitalización del ocio infantil. Estos aparatos son los recién llegados a un mundo en el que hasta hacía poco reinaban las muñecas, los soldaditos y las construcciones, y marcaron la dirección a seguir de estos juguetes si no querían caer en el recuerdo de tiempos mejores. Las necesidades de los niños han ido cambiando dependiendo de la época y el entorno, y los juguetes han evolucionado paralelamente. Pongamos por caso los Playmobil, por ejemplo –en sus inicios conocidos como clics–, uno de los juguetes más manoseados por los niños y niñas en los últimos 40 años. Durante este tiempo se han superado barreras cromáticas, de estilo y laborales, y ahora podemos encontrar en las tiendas figuras Playmobil de distintas etnias, profesiones y looks. Otro ejemplo es el de la marca danesa LEGO, que en la actualidad aprovecha la robótica y la programación para aplicarla a sus nuevos productos, como los de la colección Mindstorm. Muy lejos queda cuando sólo teníamos que intentar encajar una pieza con otra.
Vemos, pues, que actualmente lo que valía hace 20 años no siempre sirve ahora, y por lo tanto los juguetes de hoy en día deben ser concebidos y desarrollados para satisfacer nuevas necesidades: las de los nativos digitales, las de unos niños que a menudo dominan la tecnología más y mejor que sus padres.
Todo indica que en el futuro más próximo los niños y niñas jugarán en una realidad paralela, una de virtual: “Resulta idóneo para una sociedad que aspira a conseguir que los más pequeños se estén quietos y en silencio”, concluye Capellà. Los juguetes de los niños que aún han de nacer probablemente beberán de la realidad virtual. La vocación de esta nueva generación de juguetes será educativa, y lo que se buscará será crear nuevas experiencias –cuanto más reales mejor– de ocio para los más pequeños. Nuevos aparatos tecnológicos basados en realidades digitales y paralelas, donde los teléfonos inteligentes, las aplicaciones y las tabletas serán una extensión del propio juego.
Llegue cuando llegue este cambio, la mejor manera de afrontar esta metamorfosis del juguete será, como siempre, buscando el equilibro entre aquéllas más manuales y las de última generación. A fin de cuentas, la imaginación de cualquier niño es suficientemente poderosa como para transportarlos a realidades, planetas y mundos igualmente insospechados.
Texto de Àlex Ribes