Conozcamos a Gianni Rodari
Este año, hace 100 años del nacimiento de un hombre más bien bajito, ni rubio ni moreno, ni delgado ni gordo, delicado de salud, pero muy laborable, llamado Gianni Rodari. Hace 70 años que publicó su primer libro. Hace 50 que obtuvo el premio internacional Hans Christian Andersen. Y hace 40 que murió dejando tras de sí una treintena de títulos tan redondos como estas efemérides. Rodari fue un maestro, un vagabundo, un periodista, un lector, un poeta, un padre, un pacifista, un progresista, un amigo, un pensador… Jugando, jugando, renovó toda la literatura infantil de su época y sus obras todavía son leídas aquí y en todo. Con motivo del centenario de su nacimiento, recreamos un coloquio imaginario con el escritor y pedagogo italiano a partir de fragmentos entretejidos de sus obras o entrevistas.
El hijo del panadero
«Mi padre era panadero en Omegna, al pie de los Alpes. Murió cuando yo tenía 10 años y me había hartado de pasta y de leer novelas de aventuras de Salgari o de Julio Verne, que era mi preferido, porque lo encontraba más moderno y me hacía viajar más lejos todavía. En el paisaje de mi infancia he dedicado la novela Las dos veces del barón Lamberto».
El maestro
«Durante el invierno de 1937-1938 enseñé italiano a unos niños judíos alemanes que creían haber encontrado en Italia un refugio contra las persecuciones raciales. Después de clase iba al bosque en bicicleta y leía. Cuando hacía los estudios de letras hice de maestro de una escuela unitaria. Entonces me preguntó: «¿Por qué la escuela, por ser seria, debe ser aburrida?». Incluso de las faltas de ortografía se puede sacar provecho, como lo hace el profesor Grammaticus en mi Libro de los errores. Se aprende pronto a escuchar a los niños: con un poco de práctica se comprende cuando hablan por hablar, o cuando lo hacen porque tienen algo que decir, cuando no saben qué decir o cuando hay que interpretar sus palabras girándolas como un calcetín».
El periodista
«Terminada la Segunda Guerra Mundial colaboré con diferentes periódicos de izquierdas, en Varese y en Milán. Como había hecho de maestro, el director me pidió que hiciera alguna columna para los padres y los niños. Empecé escribiendo unos pareados, recordando los que había hecho cuando era maestro. De las preguntas de aquellos lectores surge la obra El libro de los porque. Luego me trasladé a Roma para dirigir una revista para hombres y mujeres, Il Pioniere, donde publiqué de todo. Como periodista sé que se puede hablar a los adultos incluso los gatos, y que se puede hablar de cosas serias incluso escribiendo cuentos divertidos. Por otra parte, ¿qué entendemos por personas serias? Creo que el aspecto más importante de mi trabajo ha sido una manera de escribir para los niños en contacto directo con sus mundos, como hago a Las aventuras de Cebolleta. Esto me permite cambiar y renovar mis opiniones sobre los niños, sobre la escuela, sobre el mundo… En resumen: de rehacer constantemente mis estudios, de hacerme reeducar continuamente por los niños».
El vagabundo
«Dejando de lado las excursiones a pie o en bicicleta, me ha gustado viajar. En parte porque todo periodista está obligado a desplazarse para hacer reportajes, y en parte porque me han invitado a ir a todas partes ya sea en Rusia o en Barcelona y la Costa Brava, lugares que he citado más de una vez -para hablar de mis libros con los niños y los maestros. En Italia he visitado más de 100 ciudades que luego aparecen en mis cuentos y retahílas. En estas retahílas hay uno de mis personajes preferidos: Giovannino Perdigiorno que visita una multitud de países fantásticos: el país de los hombres de cristal, el de los hombres de papel, el planeta de chocolate…».
El malabarista de las palabras
«Pronto comprendí que los niños entienden más cosas de las que sospechamos. Dispuestos a cualquier audacia, aprecian el humorismo, adoran los juegos de palabras, distinguen a simple vista las fantasías bien nutridas de realidad o las puramente automáticas. Me gusta jugar con los nombres propios y las palabras: las digo, las hincho como un globo de chicle, les busco pareja, o bien rimada o bien alocada, creando así un binomio fantástico. Así nació mi libro más famoso: La gramática de la fantasía. La fantasía no es el «lobo malo» de quien hay que tener miedo, ni el malhechor al que hay que castigar permanentemente, sino un mundo extraordinariamente rico y estúpidamente marginado».
¿Jugar o escribir?
«Me parece que hay personas en las que la sociedad permite continuar jugando toda la vida. Son poetas, artistas, científicos, inventores… Personas que pueden continuar buscando más allá de lo que se ve, y analizar y experimentar nuevas combinaciones posibles de palabras, de ideas, de conceptos. Estas personas llevan a cabo durante toda la vida un trabajo que, para ellos, como para mí, también es un gran juego».
¿Cómo le gustaría que se leyeran sus libros?
«Sobre todo en casa, entre padres e hijos. Quisiera llegar como un compañero de juegos, como quien enciende una lámpara, que mantiene vivo el diálogo, que ayuda a ver el mundo y en estimar la vida. En la escuela me gustaría que mis libros, como las Retahílas del cielo y la tierra, fueran un elemento más del diálogo entre maestros y alumnos, la primera página de una historia que deberían acabar ellos, hablando de muchas cosas, cambiándolo todo sin ningún respeto por el papel impreso. Los alumnos pueden hacer 10 veces más de lo que hacen si notan que la escuela está hecha para avanzar en todas aquellas direcciones por las que son capaces de caminar, y no sólo en una o dos».
Acabada su labor, ¿qué desea?
«Yo espero que mi obra pueda ser útil a quien cree en la necesidad de la imaginación, a quien tiene fe en la creatividad infantil, a quien sabe el valor liberador de la palabra. «Todos los usos de la palabra para todos» me parece un buen lema, de un tono democrático bien bonito. No porque todo el mundo sea artista, sino porque nadie sea esclavo».
Escritora, crítica literaria e ilustradora