La relación entre el niño y el adulto a través de los cuentos
Apuntes sobre la mediación literaria
Cuando estamos en contacto directo y queremos resolver alguna situación difícil, delicada, o quién sabe si conflictiva, nos encontramos dentro de un tipo especial de comunicación llamado folklore. Una modalidad relacionada con una más que evidente función poética e intención estética, características que le vienen dadas por su filiación literaria y, por tanto, artística. Para Josep M. Pujol (citado por Oriol, C. y E. Samper, 2013) este tipo de comunicación ha sido y es parte intrínseca del aprendizaje de las pautas culturales, familiares y sociales del individuo, así como de las diversas comunidades que conforma y comparte con los otros individuos, en el seno de las cuales se educa y se empapa de cultura, compartiendo y haciendo uso de los referentes que la caracterizan, pero también creando otros nuevos.
Está claro que todos somos invitados a llevar a cabo este acto de comunicación. Pero también es cierto que reconocemos que, entre los amigos, conocidos y saludados nuestros, hay gente que tiene especialmente desarrolladas unas habilidades que los hacen idóneos para amenizar veladas contando chistes, o para difundir los mitos de la tierra o las costumbres y las creencias de una comunidad, o burlarse de la, o para amplificar a través de las redes sociales las cualidades de un tal libro o producto cultural.
¿Cuántos padres, madres, hermanos mayores o primos, tíos y tías, abuelos, vecinos son capaces de encantar las orejas de niños y jóvenes?; y ya en un círculo más amplio de la comunidad social que frecuentamos, algunos profesionales, educadores de muchos tipos (monitores, pedagogos sociales, maestros, bibliotecarios, animadores, etc.), practican la mediación literaria, y algunos de ellos ni siquiera son conscientes de estar desarrollando esta tarea ni del poder que poseen. Pero una cosa es cierta: a todo el que explica, se tenga o no por mediador literario, conocedor o no de su capacidad de seducción, tiene, a toda costa, la presencia de otros individuos dispuestos a dejarse llevar por sus habilidades y sus saberes. Sin escucha no hay explicación que valga. A todo emisor tiene que, como mínimo, un receptor. Los individuos que escuchan, conscientemente o no, se proporcionan a sí mismos un billete de entrada al vasto mundo de la literatura, sobre todo si quien cuenta lo hace con temple artístico.
“Una madre explicando un cuento a su hijo mientras la ayuda a dormir. Un maestro ofreciendo la recreación verbal de un libro álbum muy estimado por el grupo. Un niño recordando la pasada vivencia de ir de excursión. Una niña planteando una adivinanza a un compañero. Un padre reviviendo una teniendo su infancia delante de sus hijos. Cinco casos que ejemplifican diversos actos de comunicación de palabra; pero también situaciones folclóricas diversas encaminadas a buscar proximidad comunicativa con una obra de arte verbal efímera.”
De cuando la literatura se explica y se escucha
Sin menospreciar la importancia del rol que juegan los iguales entre ellos, los adultos somos unos magníficos introductores en la literatura para los niños y jóvenes. En efecto, movidos por unas ganas irrefrenables de comunicarnos y muy a menudo dando respuesta a la llamada de los niños, los adultos nos apresuramos a contarles cuentos o leerlos libros o interpretarlos-los. La situación da pie a escuchar, mirar, leer, compartir, explicar, inventar y también a dialogar.
Todo ello, modos diversos de practicar la literatura sin otra voluntad que pasarlo bien. Algunos padres y madres de familia practican este deporte, aconsejados o inducidos por la escuela, que los repite una y otra vez que haciendo esto mejorará la apetencia lectora de sus hijos e hijas. Y hacen bien, ya que, aunque no es garantizado al 100%, lo que sí es cierto es que de esta manera se refuerzan lazos afectivos irreversibles y, al mismo tiempo, se hacen cercanas las aventuras de personajes de ficción -o no- que pasan a engrosar el imaginario de quien escucha, sin olvidar que la lectura de buenos textos enriquece el habla de uno y otro. Entre los contadores de cuentos actuales (los jóvenes padres de familia, se añaden también fuerza maestros o bibliotecarios), hay a menudo el temor de que, si no se sigue la versión “original” de un determinado cuento «popular» (sobre todo cuando se hace de viva voz), no se está «cumpliendo» con la tradición; esta duda es hijo de la creencia de que existe un “modelo” predeterminado al que hay que someterse, lo que está lejos de la realidad.
Al escoger su versión, el narrador interviene en persona y se hace intérprete en la medida en que, del escenario que expone, no existe un modelo definitivamente fijado a pesar de que los libros nos puedan hacer creer lo contrario. Me parece interesante aportar el testimonio del filósofo y helenista francés, el estudioso JeanPierre Vernant (2000, 5-6), cuando describe con toda simplicidad sus momentos como narrador casero:
Hace un cuarto de siglo, cuando mi nieto era un niño y con mi mujer y conmigo pasaba las vacaciones, establecimos una regla tan imperativa como el cuidado personal y la hora de las comidas. Cada tarde, cuando era el momento de meter a Julien en la cama, sentía que me llamaba desde su habitación con una cierta impaciencia: «Bavi, el cuento, el cuento!». Entonces me sentaba a su lado y le contaba una leyenda griega. Sin esforzarse me mucho, elegía algo del repertorio de mitos que me pasaba el tiempo analizando, comparando, interpretando, tratando de comprender, y entonces lo transmitía como quien cuenta un cuento de hadas, sin otra preocupación que seguir , a lo largo de la narración y de una punta a la otra, el hilo del relato en toda su tensión dramática. Había una vez… Julien parecía escucharles tan contento… Yo estaba, también. Me hacía muy feliz entregarle directamente, de boca a oreja, una pequeña parte de este universo griego al que me siento tan atado y cuya supervivencia, en el mundo de hoy y entre nosotros, me parece más necesaria que nunca.
Con su testimonio, Vernant expone cuál es el espíritu con el que conviene encarar la necesaria y, a la vez, privilegiada tarea de mediación literaria entre un adulto y un niño.
Fuentes:
- ORIOL, C. i E. SAMPER (ed.): Això era i no era. Obra folklòrica de Josep M. Pujol, Tarragona: Universitat Rovira Virgili, 2013.
- VERNANT, J. P.: L’univers, els déus, els homes, Barcelona: Empúries, 2000.
- YEATS, W. B.: El crepúsculo celta. Mito, fantasía y folclore, Barcelona: Obelisco, 2007