De la Castañera a la Cuaresma. El significado de las tradiciones en la guardería
Hace días que doy vueltas a la llegada del Rey Carnaval. Lo imagino y me vienen mil preguntas a la mente. Al mismo tiempo, me doy cuenta que este mes de enero ha sido intenso en cuanto a los encuentros de los equipos. Se acerca Carnaval y alguien lanza la gran pregunta: “¿Qué haremos este año?”, “¿De qué nos disfrazaremos?”, “¿Cómo lo celebraremos en la guardería?”
Preguntas que si provocan un silencio significa que serán motivo de conversación (de discusión a veces acalorada) con el principal objetivo de acercar plenamente miradas y reflexión, para llegar a una conclusión donde el gran beneficiado (si es que tenemos que hablar de beneficiarios, claro) sea el niño o la niña. “Lo hacemos como cada año, ¿no? Aquí siempre lo hemos hecho así.”
Algunas respuestas ya no nos valen, o no deberían ser válidas. Hay que hablar, tenemos que poner todas las cartas sobre la mesa. Maestras ajetreadas, empeñadas preparando disfraces, escenarios que se transforman bajo una temática muy actual y peculiar a la vez. Hay que preparar ese personaje tan grande y coloreado (y bonito sólo para algunos).
¿Nos hemos preguntado qué supone en la gestión del tiempo organizar una fiesta como esta? ¿Qué significado tienen los personajes fantásticos en la guardería? ¿A quién motiva su presencia? ¿Qué sentimientos despiertan en cada uno de los niños? Tener claras las prioridades dentro del jardín de infancia no es una tarea fácil; así pues, ¿dónde focalizamos los esfuerzos? ¿Dónde queda la atención hacia los niños? ¿Qué implica el Carnaval en la vida cotidiana de la guardería?
Si queremos defender una guardería donde la vida cotidiana sea lo que conforma el clima y el ambiente, ¿qué sentido tiene romper con esta rutina que les aporta seguridad, estabilidad y calma, con la incorporación de estas tradiciones de forma tan atrevida? Disfraces y consignas, confeti y diversión, diversión y locura… ¿Dónde queda aquella tranquila vida cotidiana? Una vida cotidiana hecha de cosas pequeñas da valor a que el niño juegue a transformarse con ropas o sombreros, por el placer de hacerlo, nunca porque llega Carnaval.
Una escuela que no educa a través del miedo no debería aceptar más personajes que despierten sentimientos negativos a ningún niño. Y un niño que llora es un niño inseguro, que no se siente a gusto, que no disfruta de lo que le aporta la escuela. Porque el miedo no queremos que eduque. La escuela es, y debe ser siempre, un entorno seguro.
Una escuela cotidiana puede tener presentes las tradiciones, incorporando detalles que las hacen visibles; abriendo las puertas a las familias, al pueblo, a toda la comunidad; sin tener que dejar de lado aquellas rutinas cotidianas que aportan la seguridad necesaria a niños tan pequeños. ¿De verdad que todos los niños quieren disfrazarse? ¿De verdad que tiene sentido que llegue el Rey Carnaval en la guardería? Miremos los niños a los ojos y quizás nos darán la respuesta.
Una respuesta que la podemos encontrar en los referentes específicos de cada ciclo. Incorporar las tradiciones en la guardería según el documento de orientaciones y currículo de primer ciclo de educación infantil significa la participación en fiestas, tradiciones y costumbres de la comunidad a la que pertenece, mostrando interés y curiosidad. Poner en valor este contenido específico sobre las tradiciones, analizarlo en el fondo y en la forma, puede ayudar a los equipos a dar un paso más a la hora de dar significado real al Carnaval y demás tradiciones que tenemos instauradas.
Es muy importante preguntarnos qué valor hemos estado dando a las tradiciones hasta ahora en la programación del centro. La idea, aunque muy real, de «trabajar las tradiciones» con objetivos a alcanzar nos aleja plenamente de una escuela respetuosa en la diversidad y los ritmos.
Una escuela en la que «se trabajan» las tradiciones, programando actividades diarias en concordancia con la temática, no deja lugar a la espontaneidad que los niños tienen por el solo hecho de vivir en sociedad, en un contexto donde las tradiciones tienen presencia. Quizá no hay que transformar la escuela porque llega Carnaval, quizá sería más bueno tener presente lo que pasa en el pueblo, en el barrio o en la ciudad para dar cabida en nuestra vida cotidiana.
En ningún caso creo que se tengan que abolir las tradiciones de las guarderías; al contrario, pienso que la clave está en ser capaces de incorporarse a la práctica cotidiana, y así los niños las podrán entender un poco más, y, sobre todo, disfrutarlas.
Maestra de jardín de infancia y formadora de maestros. Vinculada a Rosa Sensat