¡Jugamos a disfrazarnos!
Jugar a disfrazarse es muy necesario en la vida de los más pequeños, ya que contribuye a su desarrollo. Cuando el niño o niña se viste de un personaje y se imagina una historia con este disfraz, está dando vía libre a su fantasía, a su espontaneidad y su creatividad.
De hecho, hasta los seis años, en el mundo de los niños reina la imaginación: se inventan compañeros de juego invisibles y disfrutan creando personajes y situaciones. Se trata de una edad mágica en la que el mundo real y el mundo imaginario aún no están diferenciados y en donde la fantasía es tan natural como saludable para su equilibrio emocional. Pero disfrazarse implica mucho más y aporta un montón de beneficios para los niños, en función de la edad que tengan.
Desarrollo de la creatividad y la imaginación
Sin duda, uno de los principales beneficios de los disfraces es el fomento de la creatividad. No sólo a la hora de confeccionar el disfraz o elegir los complementos, sino también en el momento de inventar una historia para ese personaje y una ambientación en casa o en el aula. Y es que en el mundo de los niños reina la imaginación, y la teatralización que supone disfrazarse fomenta más aún poder crear personajes y situaciones diferentes y divertidas. A veces la regla de oro es “menos es más”, y una simple cartulina y un trozo de tela es lo único que necesitan para crear todo un mundo de fantasía. Y lo mejor es que después aquellos elementos se pueden reinventar y ser parte de otro juego.
Expresión de las emociones
Además de divertido, disfrazarse es un buen método para que los niños expresen sus sentimientos. A veces es difícil explicarle a un niño o niña que es la alegría, la tristeza o el miedo. Y más aún que sepan interpretar lo que sienten y logren expresarlo. En este contexto, a través de las historias que pueden imaginar con los disfraces, los niños pueden ir explorando sus emociones y con mucha probabilidad manifestarán lo que sienten sus personajes. Por eso es muy valioso que tanto el juego como el disfraz sean abiertos.
Fomento de la empatía
Los disfraces, como la gran mayoría de los juegos simbólicos, permiten el niño o la niña ocupar el rol de otra persona y ponerse en su piel. Y por lo tanto, aprender a mirar el mundo desde un punto de vista que no es el suyo. Cuando esto ocurre y un niño interpreta una escena o imita situaciones que ha visto en otro lugar, estamos dándole la libertad de adquirir destrezas para la vida real. Unas herramientas que le serán muy útiles especialmente en la vida adulta a la hora de aprender a encarar problemas y buscar soluciones de forma autónoma, entendiendo los demás y ayudándoles.
Exploración de la personalidad
Está claro que los niños y las niñas les gusta meterse en el papel de otra persona y asumir otro rol y ver el mundo desde otra perspectiva. Pero es que, además, disfrazándose se sienten protegidos y pueden ser más valientes actuando, por ejemplo, como superhéroes y superheroínas. Y es que se meten en la piel de su personaje de ficción favorito, se comportan como él, como han visto en la televisión o han leído en un libro y pueden salvar animales, defender los buenos… En este momento están dando valor a lo encuentran más positivo de aquel personaje de su imaginario forjando su personalidad con lo que encuentran más alineado a sus principios. Esto hace que sientan más fuertes todavía y aumente su autoestima y su motivación para lograr metas más altas.
Aceptación de las normas sociales
Cuando los niños se disfrazan e interpretan una escena, asimilan de forma inconsciente aquellas normas que organizan las relaciones humanas, descubriendo cómo funciona el mundo sin que nadie les dé ninguna explicación. De este modo, los disfraces se convierten en una genial fuente de aprendizaje y por este motivo es recomendable jugar durante todo el año, no sólo para Carnaval o Halloween. Además, gracias a los disfraces, los niños más tímidos logran vencer sus miedos o problemas de relaciones sociales, jugando a iguales e inventando historias relacionadas con sus respectivos disfraces y creando nuevos lazos afectivos con otros niños y niñas o con los adultos de su entorno.
¿Qué beneficios comportan los disfraces según la edad?
Hasta los 3 años…
Ponerse un disfraz y adquirir otros roles ayudará a los niños a actuar de forma libre. Es un recurso ideal para trabajar la timidez y, con muy poco, empezarán a imaginar y mejorar su expresión verbal además de diferenciar fantasía de realidad. Una vez disfrazados, la exhibición social en los desfiles y fiestas fomentará la coordinación de movimientos de los más pequeños y los conocimientos musicales. No olvides que los disfraces, sobre todo cuando son pequeños, deben ser cómodos, calientes y no deben tener muchos accesorios.
Hasta los 6 años…
A partir de los 4 años los niños y las niñas desarrollan con facilidad la inteligencia emocional. Por eso son un buen recurso para explorar nuevas facetas de su personalidad. En este sentido, los disfraces de profesiones, son la mejor opción, con las que podrán ponerse fácilmente en la piel de los adultos y descubrir su día a día al tiempo que descubren las reglas sociales que los gobiernan. Otra opción es disfrazarse de personajes históricos. Aquí tenemos una gran oportunidad para que aprendan más sobre ellos, sobre sus características físicas, rasgos de identidad o incluso sobre su entorno y su momento histórico.
A partir de los 7 años…
Es entonces cuando suelen tener más poder decisión para escoger qué disfraz quieren llevar o qué complementos son los que más les gustan, lo que permitirá desarrollar y definir su propia identidad. Es importante que a partir de esta etapa les invitemos a personalizar sus disfraces con caretas o complementos hechos a mano, con lo que favoreceremos la vez su destreza manual. Además, a partir de esta edad se fortalecen los vínculos de amistad y es fácil que se quieran cooperar para disfrazarse juntos o compartir diferentes personajes de una misma temática.
¿Y si no les gusta disfrazarse…?
Hay niños o niñas a los que no les gusta disfrazarse, o que les da miedo. En estos casos, no se les debe obligar a llevar el disfraz, ya que su fantasía puede intensificar sus miedos y hacer que tarde más tiempo superarlas. Del mismo modo, si la rechaza porque le queda ridícula también se le debe respetar.
De hecho, la mejor opción es que sea el propio niño o la propia niña quien elige el disfraz, que más le guste, ya que así disfrutará al máximo de la interesante y divertida experiencia de ir vestido de otro o de algo. Otras opciones es ponerle el disfraz unos días antes que se vaya familiarizando o bien, como adultos, disfrazarnos con él o ella para que vaya viendo poco a poco la transformación. Si aún así sigue teniendo miedo, es mejor sacarle el disfraz y no insistir más.
Los disfraces también te ayudan a aprender a ti como adulto…
Para los adultos, el juego simbólico que propician los disfraces puede ser una oportunidad para descubrir el interior de los pequeños. Observando su manera de jugar, puedes ver el mundo desde sus ojos, por lo que podrás ayudarle a cambiar estereotipos, solucionar los miedos, a expresar deseos… y favorecer sus relaciones afectivas. Por ejemplo, si tu hijo o hija interpreta el papel de madre o padre, podrás hacerte una idea aproximada de cómo ve su relación.