El juego como rompedor de los estereotipos
El juego en la infancia es un gran vehículo de socialización y transmisión de la cultura, y una vía para explorar el entorno y nuestras identidades. Y el género e la identidad van de la mano. Definimos el género como la manera en que todas las sociedades del mundo determinan las funciones, actitudes, valores y relaciones que conciernen al hombre y a la mujer. El género nos enseña a ser niñas y niños, y qué funciones, actitudes, valores y relaciones se establecerán entre niñas y niños. El género se aprende, y mucho antes de lo que pensamos.
¿Qué importancia o beneficios comporta para los niños y las niñas este valor?
Hay que romper con los estereotipos de género para poder ayudar a los niños y las niñas a crecer desarrollando sus capacidades reales como personas, no en función del sexo con el que han nacido. Si niñas y niños desarrollan valores y aptitudes diferentes, proporcionamos un desarrollo parcial e incompleto.
Por ello, si animamos a los niños a jugar con muñecas, cocinitas, tiendas, manualidades y todo lo relacionado con los cuidados (y considerado tradicionalmente femenino), los ayudaremos a desarrollar la empatía, la afectividad, la sensibilidad, la cooperación o la creatividad, entre otros valores tan necesarios para construir un mundo más vivible. En este contexto, valorar el juego tranquilo y relajado desarrolla la paciencia, la atención, la memoria, la psicomotricidad fina, la constancia…
En el caso de las niñas, debemos animarlas a hacer deporte y juegos movidos para mejorar la psicomotricidad y tener actitudes activas en la vida, así como juegos técnicos, de piezas y construcciones para desarrollar la capacidad espacial y técnica. También es especialmente importante estimularlas con juegos de ciencia y todo lo que pertenece al ámbito público, ya que a menudo la publicidad de juguetes reduce el mundo de las niñas al espacio privado, en el interior de las casas. Y, por supuesto, hay que evitar ofrecer modelos obsesionados con el cuerpo, la belleza, la ostentación y los adornos, el maquillaje y los peinados, ya que les enseñamos a ser admiradas, valoradas y deseadas por su físico, lo que las induce a ser deseables, dependientes y aspirantes a encontrar un príncipe azul.
También debemos tener claro que fuerza no es sinónimo de violencia. Si compramos juguetes bélicos, transmiten el mensaje de que nos parece bien que jueguen con estos juguetes y que nos parece bien que los conflictos se solucionen con violencia y guerra. Vivimos en una sociedad patriarcal donde la violencia, guerra y todo lo bélico está absolutamente normalizado y explotado, pero si queremos trabajar por la cultura de la paz debemos evitar comprar cualquier tipo de juego bélico y dar un mensaje muy claro los niños de lo que no nos gusta.
La mayoría de nosotros jugábamos con pistolas, espadas, metralletas… Pero los valores de la sociedad están cambiando, no podemos dejarnos llevar por la nostalgia, y cuando compramos un juguete debemos pensar si es un juguete por el pasado, o por el futuro.
¿Cómo podemos trabajar este valor del juego en la escuela?
Para educar en la igualdad a través de los juegos, tanto en casa como en la escuela, tenemos que intervenir conscientemente. Así podremos compensar la universalidad de roles estereotipados y abrirnos a actitudes colaborativas. No se trata de prohibir nada, sino todo lo contrario: animar a jugar con todo independientemente del sexo. Hay que proponer maneras de jugar cooperativas, prosociales, comunicativas, no sexistas y violentas, y, como adultos, estar alerta, porque el juego se impregna enseguida de roles predeterminados como consecuencia, entre otros factores, de lo que ven en la publicidad o en las personas adultas.
En la educación infantil es fundamental estar muy atentos a qué les ofrecemos y qué roles y actitudes transmiten los juguetes, cuentos y todo lo que rodea la primera infancia en perspectiva de género. Si no rompemos roles y estereotipos de género durante los primeros años de vida, posteriormente tendremos que dedicar mucha energía y tiempo a deconstruir todo lo absorbido como natural.
En primaria generalmente el juego libre viene marcado por la disposición de los patios, un espacio donde normalmente se están reproduciendo las relaciones de poder de la sociedad, con una gran pista polideportiva dominante que generalmente está ocupada por niños que juegan al fútbol, un gran constructor de masculinidad. Mientras tanto, los márgenes, con menos espacio, quedan limitados a niñas y a algunos niños que desarrollan otros juegos mucho más variados. Es interesante intervenir en estos espacios para mejorar las relaciones entre todos los niños y ofrecer alternativas al fútbol hegemónico.
¿Y en el ámbito doméstico?
Durante la primera infancia el entorno familiar será el primer modelo que imitarán los niños. Por eso hay que evitar exponer a los niños a los anuncios de televisión de juguetes, a menudo con contenidos altamente sexistas, ni tampoco ofrecerles catálogos de juguetes que no tengan una intención clara de romper estereotipos.
Es capital acompañar siempre a los niños cuando miran series o películas, para comentar todos aquellos comportamientos estereotipados que a menudo aparecen. Y, a la hora de elegir cuentos, siempre plantearnos primero qué valores transmiten. Una buena herramienta para hacer esta valoración es analizar en perspectiva de género: contar cuántos personajes principales, secundarios y extras son masculinos y femeninos, y qué funciones desempeñan. Si lo hacemos poco a poco, nos daremos cuenta de que todos estos inputs empiezan a definir sus identidades. Pensemos que, durante los primeros años de vida, simplemente absorben el contenido y no tienen capacidad de análisis ni crítica, lo que los hace naturalizar todo lo que los rodea, y los adultos somos los que tenemos que filtrar y estar atentos a qué ofrecemos.
No debemos tener miedo a romper los estereotipos de género. ¡Debemos ser valientes!

