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Conversa con Clara Peya, Premio Nacional de Cultura 2019

Con motivo de la 54a Escuela de Verano de Rosa Sensat, Gisela Colell, formadora de la sesión ‘Aprender desde el cuerpo y el movimiento’, conversa con Clara Peya, Premio Nacional de Cultura 2019.

Conversa con Clara Peya, Premio Nacional de Cultura 2019Gisela Colell: ¿Cuál es tu relación con el piano?
Clara Peya: Empecé a tocar el piano de muy pequeña, hice el método Suzuki, que habla de aprender el instrumento como una lengua. Si nosotros aprendemos a hablar antes de escribir, este método habla de aprender a tocar antes de saber leer partituras. Lo que me pasó es que yo tengo una hermana mayor, Ariadna, que es coreógrafa, y ella iba siempre dos lecciones por delante de mí, de modo que cuando empecé a leer, me aprendía de memoria las lecciones que ella leía . Por lo tanto yo nunca aprendí a leer partituras, porque como había aprendido a tocar, y mi nivel tocando era superior a mi nivel leyendo, para mí era muy fácil memorizar. Esto quiere decir que mi relación con la partitura ha sido siempre nefasta. Cuando me di cuenta que quería tocar el piano entré en la Escuela Superior de Música de Catalunya (ESMUC) y allí había una serie de problemas con el tema de las partituras, porque no sabía leerlas. ¡Fueron cuatro años de un buen lío!

Hice las pruebas aprendiendo-me las lecciones de memoria sólo escuchando como lo hacían los demás. Al terminar en la Esmuc quedé vacía: fueron muchos años estudiando música y haciendo piano clásico y vi que por como me lo habían contado no había reflexionado sobre qué era tocar el piano, sobre cuál era la relación que tenemos con los instrumentos, y me di cuenta de que realmente lo que nos enseñan o cómo nos enseñan la música en la escuela es un auténtico desastre. Allí decidí que quería hacer un modelo para sentirme más libre con el instrumento, y empecé a relacionarme con el instrumento de una manera más real gracias a esta libertad, que sentí principalmente en el cuerpo. Cuanto más libre y mejor me sentía musicalmente, más relajado y libre estaba mi cuerpo y yo me sentía más capaz para transmitir.

En general los músicos y las músicas no acostumbramos a trabajar el cuerpo y es un drama porque estamos absolutamente expuestas físicamente, nos pasamos muchísimas horas en contacto con nuestro instrumento, muchas horas sentada en una silla, y esto afecta a las lumbares, las cervicales… hay tensión por todas partes. Por todo ello empecé a relacionarme con mi cuerpo y cuidarlo de una manera muy consciente para estar súper disponible para ser un canal de transmitir emociones, que creo que es lo que es realmente importante en la música: ser capaz de conectar. Hubo un momento en el que me di cuenta de que a nadie le importaría nada si yo tocaba muy bien el piano o no; en cambio entendí que sí creía que utilizar la música, el cuerpo y el discurso de una manera mucho más crítica e interpeladora podía generar conciencia, abrir nuevos caminos y cambiar un poco este sistema. Y sobre todo generar preguntas. Creo que cuando la gente te ve tocar esto ocurre y se hace estas preguntas: ¿Por qué se mueve tanto Clara cuando toca? ¿Es un chico o una chica? ¡Ah! ¡Es una chica! Que esto también es muy importante, visibilizar otras expresiones de género. ¡Estas son las dos preguntas más recurrentes! (El público ríe).

GC: Haces una música muy emocionada, parte mucho la emoción y eso nos interesa porque sabemos y conocemos que el aprendizaje, para que sea realmente sólido, consolidado y significativo está muy bien que parta de una emoción.
CP: Es básico, es el 90%. A mí me pasa con muchísimos músicos y músicas. Cuando los veo tocar, lo hacen increiblemente, pero pienso que su bloqueo físico o emocional no está dejando que yo pueda disfrutar de ello. En cambio, gente que está mucho más libre y que se relaciona con las cosas de una manera más libre, sobre todo a nivel físico, es mucho más capaz de transmitir, incluso rasgando la voz o no llegando a las notas. Creo que esto ocurre también en educación, y en general en la escuela, donde creo que no nos enseñan ningún tipo de educación emocional ni ningún tipo de libertad física. Esto conlleva que nos vayamos cerrando, y después abrirnos es extremadamente complicado. Esta libertad es esencial y muchas veces pasa por el cuerpo; quizás no hace falta decirlo pero por el cuerpo podemos sacar muchas cosas. A mí me sana mucho y mi relación con el instrumento, con el cuerpo y el arte es absolutamente reparadora y sanadora, y es lo que me ha salvado de esta sociedad capitalista, salvaje y absolutamente heteropatriarcal que yo no entiendo nada.

GC: Durante el curso hemos podido llegar a la conclusión de que en la escuela da la sensación de que cuando hacemos arte, música o movimiento no estamos trabajando aspectos curriculares importantes, y hemos visto cómo a través de estas disciplinas podemos llegar a esta emoción ya un aprendizaje de vida y los aprendizajes curriculares. Recuerdo que una vez dijiste “el arte te cuela cosas emocionales desde un lugar muy profundo; puedes llegar a lugares donde la realidad no puede llegar porque la razón juega de otras maneras”.
CP: Siempre explico lo mismo, pero dedicarse a tocar el piano es un gran privilegio, porque el piano es un instrumento absolutamente elitista: si tienes un piano es que tienes lugares donde ponerlo, y no sólo tienes lugar sino que te puedes comprar un piano y has podido recibir clases particulares; y otro privilegio es poder pasar muchas horas porque no tienes que cuidar nadie, aportar dinero o solucionar problemas porque lo tienes todo cubierto y puedes dedicar este tiempo a tocar. Además, el piano requiere muchas horas y al ser más equilibrado que otros instrumentos le puedes dedicar muchas horas porque estás sentada y equilibrada.

He tenido la necesidad de hacerme responsable de quién soy, de cómo he llegado hasta aquí y de todos los privilegios que supone haberlo hecho: poderme dedicar a esto que es mi vida, que es lo que más me gusta del mundo y que utilizo para sanarme y para sanar. Por ejemplo, para mí es muy significativo que el 95% de las personas que está ahora aquí seais chicas, y que el ámbito educativo y de los cuidados esté absolutamente poblado por mujeres y que los hombres no ocupen ese espacio, y esto también es un reflejo de lo que es la sociedad.

GC: Ahora hablaremos de tu paso por la escuela, pero antes, para quien no te conoce, ¿puedes contarnos un poco más qué son Las Impuxibles y qué han hecho hasta ahora?
CP: Es la compañía que tengo con mi hermana, Ariadna. En los últimos espectáculos hemos tratado temas absolutamente comprometidos con la actualidad que estamos viviendo, con la necesidad de visibilizar y con una crítica al capitalismo, al heteropatricat y al sistema en general. Comenzamos con Limbo, una obra que habla de la transexualidad y el transgénero, pero deconstruyendo el género y hablando de romper el código binario. Habla de una chica que quiere ser chico, inspirado en la historia del Miquel Missé, un activista transexual, bajo la idea de “no estoy cómodo siendo chica, quiero ser chico pero en el sistema el hombre es quien ha oprimido el que yo soy y quiero ser chico pero no me siento cómodo operándome y mutando mi cuerpo; no me siento cómodo ni siendo chico ni siendo chica porque yo estoy en un limbo y el género es una línea horizontal; no es sólo hombre o mujer, sino lo que queda entre los dos polos”.

Conversa con Clara Peya, Premio Nacional de Cultura 2019GC: Una de las cosas que hemos trabajado en esta Escuela de Verano de Rosa Sensat es vincular diferentes disciplinas para enriquecer el programa. ¿Cómo hacéis entrar dentro de Las Impuxibles diferentes disciplinas y personas que vengan de ámbitos diferentes para llegar al punto de que llegue?
CP: Creo que la mezcla de lenguajes es muy potente. De hecho, nuestra compañía nace porque mi hermana es coreógrafa y yo hago música. Queremos ser críticas y hablar con un discurso crítico, y por eso necesitamos la palabra, y de golpe con esto ya teníamos un lenguaje absolutamente multidisciplinar. Lo que mola de la construcción de los espectáculos es trabajar en paralelo; es decir, que las dramaturgias avancen todas juntas. Si os fijáis como van las chicas en el metro y cómo van los chicos, ellos invaden mucho más espacio y nosotros todavía nos retiramos más. Es importante que empezamos a ocupar espacio de una manera física, emocional y con seguridad. Es algo que llevará tiempo, años y trabajo pero que es muy importante.

GC: Como maestros nos interesa mucho el proceso de aprendizaje, más que el resultado final. En esta formación se ha hablado de los diferentes caminos para llegar a un resultado. ¿Nos puedes explicar tu proceso creativo?
CP: Nosotros elegimos un tema y estamos un año con una asesora hablando sobre ello, para formarnos una opinión y tener un punto de vista. Hablamos con supervivientes, víctimas y profesionales. A partir de aquí, tejemos una dramaturgia política y empezamos a ver qué podría amparar esto. Todos los elementos que nos puedan influir físicamente nos parecen interesantes.

GC: En vuestros espectáculos se tocan temáticas muy comprometidas y hacéis un trabajo profundo. En AÜC explicábais el proceso de escribir, lo que conlleva.
CP: Esto es muy potente. En nuestra compañía lo hacemos muchísimo, y la gente del sector lo critica. La gente del sector viene al teatro y de golpe dice “ahora por qué tienes que hacer esto”. Estás hablando de algo técnica y yo estoy utilizando el arte de otra manera. El 95% de la gente no es del sector. Nuestra opción es que sea accesible a todos. Debe haber compromiso en muchos aspectos. Hasta ahora todo ha sido representado por hombres blancos heterosexuales de clase media, y esto representa un sector muy pequeño de la sociedad. Es muy importante utilizar la vulnerabilidad como nuestra gran fuerza. Si yo os lo enseño todo, no me puede atacar por ninguna parte. No me puede hacer nada si yo ya me he mostrado antes. Por eso creo que sentirnos vulnerables es una herramienta muy potente, y sí lo compartimos mucho más.

GC: ¿Te habría ayudado que en tu paso por la escuela los maestros hubieran mostrado su vulnerabilidad?
CP: Me hubiera ayudado muchísimo, porque yo no entendía nada. Era hiperactiva y sufría muchísimo, todo el día. Aparte, tenía un déficit de concentración absoluto, no hablo de TDAH, pero me costaba mucho concentrarme porque el formato para mí no funcionaba. Me costó muchísimo la escuela. Las horas eran larguísimas, no entendía nada de lo que me contaban. Después llegaba a casa, me lo estudiaba, al día siguiente hacía el examen y ya está. No recuerdo nada. Mi cultura general ha sido muy justa, y sigue siéndolo. Cómo puede ser que a treinta personas se les enseñe lo mismo de la misma manera. Somos treinta personas diferentes y no nos has preguntado cómo somos ni cómo nos sentimos, ni lo que necesitamos. Quizás yo necesito salir a dar una vuelta cada diez minutos para concentrarme.

GC: ¿Cómo fue el paso por la escuela con hiperactividad diagnosticada y TOC no diagnosticado?
CP: Tengo anécdotas fuertes, de cómo gestionas ciertas cosas. Cuando tenía siete años, un día me comí el bocadillo en el patio, y el bocadillo no se había descongelado por completo. Al momento de tragar pensé que me había tragado un vidrio. Le dije a la profe, bebí agua, me llevaron al hospital y vimos que no había tragado un vidrio. El día siguiente salí al patio y tuve la misma sensación. Y así en adelante, y llegó un momento en que yo no desayunaba, no salía el patio, intentaba no respirar… pero terminaba el patio y yo me había tragado un vidrio. Me sentí muy poco acompañada, porque era una incomprensión absoluta. Yo no me había tragado ningún cristal, pero mi sensación era real. Estuve mucho tiempo creyendo que me había tragado un vidrio, sintiéndome muy sola en este aspecto y no lo podía compartir, porque había un juicio. Estoy hablando de hace muchos años, yo tengo treinta y tres y esto ocurrió cuando en tenía sed. Creo que ahora las cosas son diferentes, o eso quiero pensar.

GC: ¿Qué le dirías a un maestro que tiene en el aula un alumno, con diagnóstico o sin ella, que no se adecua a las pautas de la escuela?
CP: Que hable, que le pregunte qué necesita para sentirse mejor y que intente generar empatía en vez de frustración porque no puede manejarlo. Creo mucho en generar empatía, al hablar, en dialogar, preguntar y explicarlo: “a esta persona le pasa esto, ¿qué podemos hacer colectivamente para que se sienta mejor?” Tú como persona dirás: me están teniendo en cuenta, me están escuchando y están validando lo que me pasa, no me están juzgando. Esto es importantísimo porque así ya no sientes que lo que te pasa es negativo o malo, sino simplemente algo que te pasa. Pero, claro, con todos los inputs que tenemos es muy difícil. Yo en la escuela sufrí bullying: los niños decían que era una niña, las niñas decían que era un niño, era gorda, tragaba cristales y era hiperactiva. Lo único que pasaba es que yo era diversa, tenía una diversidad igual que cada uno tiene la suya, pero la escuela nos dice que tenemos que ser todos iguales y es muy difícil encajar. Por eso, lo único que me ha dado seguridad ha sido poderme expresar desde el arte y a partir de ahí me he ido construyendo desde un lugar más seguro. Ahora considero que soy mucho más segura que antes, pero he pasado una infancia de muchas inseguridades y eso creo que influyó más en mi sufrimiento.

Hay algo que siempre cuento, y es que cuando era pequeña me tuvieron que sacar un riñón. Mi madre siempre me decía que era la última vez que me pinchaban, pero nunca era la última vez, y yo aprendí que no podía confiar ni en la persona que más me quería y eso me provocó también crecer con una inseguridad . Creo que es muy importante ser honesto, y decir: esto algún día se acabará, hará daño pero algún día se acabará… no sé de qué manera.

Conversa con Clara Peya, Premio Nacional de Cultura 2019GC: Eres una superviviente de la escuela, casi. Esto ocurre, a pesar de la escuela hay personas que llegan donde llegan, con este éxito en tu caso.
CP: No sé qué és el éxito.

GC: Bueno, es verdad, pero no sufres tanto, has encontrado tu voz… Me refiero a esto, a las cosas que la escuela no te dio.
CP: Sí. ¡Que podría haber sido peor!

GC: ¿Cómo has aprovechado de grande (o al salir de la Esmuc) todo este contexto del que nos has hablado a tu favor?
CP: Yo soy esto, yo soy todo eso, con lo bueno y con lo malo. Cuando salí de la Esmuc tenía matrícula y pensaba que la gente querría tocar conmigo, pero no; los chicos querían tocar con chicos. He oído muchas veces la frase de “por ser una chica tocas muy bien”, y entendí que lo tenía que hacer lo mío, y que sólo haciendo mi podría vivir de esto. Cuando digo hacer mi significa ser honesta con lo que me gusta, con quien soy, con lo que pienso, con la que necesito, y ser generosa y agradecida con todo esto. Y mucha terapia, es muy importante: hablar, tener una persona con quien compartir lo que te pasa y con tener un acompañamiento. ¡Pero pensemos que el 95% de los chicos de menos de 30 años no han ido nunca a terapia! Las chicas vamos más, creo que es algo más femenina. ¡Los chicos no he necesitan! (Río).

GC: Háblanos sobre el espectáculo de Suite TOC núm. 6.
CP: Es el último espectáculo que hemos hecho con Las Impuxibles y siempre explico que principalmente hablar de la relación que tengo con mi hermana. En realidad habla de que a mí con 21 años me diagnostican TOC y desde mi infancia fue una constante de ir pasando por diferentes obsesiones, por lugares de mucho sufrimiento. Con Suite TOC núm. 6, además de hacer una salida del armario como persona con diagnóstico e interpelar de manera directa la medicina y qué significa tener un diagnóstico y el estigma que supone, hablamos de lo que significa acompañar a una persona con diagnóstico y como yo he ido ocupando el espacio mientras ella se ha ido poniendo en segundo término.

El otro día hablaba con Eloi, el presentador del programa “Per què volen els avions” de TV3, que tiene Síndrome de Down, y le decía: las mujeres tenemos derecho a equivocarnos, los hombres lleváis muchos años ocupando espacio y equivocándose os y no pasa nada, pero ahora si una mujer se equivoca es una hecatombe. Y me dijo: “ya, ¿pues sabes qué pienso? Que yo también tengo derecho a tener Síndrome de Down “. ¡Wow, evidentemente! Fue un aprendizaje increíble, y como dice Eloi, él tiene derecho a tenerlo, y todas tenemos derecho a ser como somos y podernos expresar. Si una persona necesita moverse, lo necesita de verdad, no es mentira, es una necesidad real y es fácil de complacer: muévete y vuelve. ¡Si todo fuera eso!

GC: Hablando de la compañía y las obras, ¿qué hay de diversidad, pensamiento crítico y evaluación?
CP: En el equipo siempre intentamos que haya diversidad. En nuestro equipo hemos tenido personas transexuales; ahora contamos con Antonio Centeno, una persona muy interesante que ha hecho los documentales “Vivir y Otras Ficciones” y “Yes, we fuck”. A los 13 años cayó a la piscina, desde entonces es tetrapléjico y va en silla de ruedas y habla del cuerpo, poniéndolo como problema y solución de todo. Pone el cuerpo en el centro de todo. En el equipo de Suite TOC habíamos dos personas con diagnóstico, pero esto quiere decir dos personas a las que nos han diagnosticado, porque yo creo que todas tenemos un diagnóstico; esta vida es muy salvaje y muy difícil.

GC: Creo que tu hermana dijo un día: “creo que todos estamos enfermos…”
CP: “… y quien no lo está es porque no tiene un diagnóstico.” Es muy difícil estar sano a una sociedad que no lo está, y sobrevivir es muy difícil. Sobre el espíritu crítico… en el proceso de creación nos cuestionamos muchas cosas, y lo más importante del espectáculo es el aprendizaje personal que hacemos las personas del equipo porque estamos haciéndolo desde el arte porque es en el que creemos y desde donde nos sentimos cómodos, pero estamos abriendo la mente todo el tiempo y siempre se puede abrir más. Por eso es muy importante llegar un lugar y no decir “he llegado aquí y pienso así” sino decir: “hoy he llegado aquí y pienso así pero mañana quiero llegar a otro lugar, y pasado a otro” porque la vida se mueve y nosotros nos tenemos que mover con ella e ir más allá.

Por eso siempre digo que debemos incluir a todas las personas diversas pero siempre digo: y sobre todo a todas las personas a las que aún no soy capaz de ver, porque están tan invisibilizadas que todavía no soy capaz de incluirlas en mi discurso.

GC: Todo esto lo hemos estado hablando, el hecho de ir más allá, buscar los caminos para hacerlo, entender que cada niño es diferente… en este sentido hay una parte de autoevaluación muy bestia.
CP: SSí, absolutamente. Por eso siempre digo que el arte me salva y me sana, porque ha sido mi refugio, mi fuente de aprendizaje y de comunicación. Y al mismo tiempo, creo que es una oportunidad excepcional poder hacer un trabajo en la que estás aprendiendo constantemente y que te gusta muchísimo. En este sentido me siento muy afortunada; el mundo es lo que es y todas nos pasan muchas cosas, pero si somos críticas con nosotras mismas, nos retroalimentamos. Cambia, desatasca, y todo cambiará.



Rosa Sensat
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